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Los pobres

JOSÉ LUIS HERRERA ARCE

Muchos se quejan de la situación de los pobres y piensan que la solución es repartir la inmensidad de lujos que existen en el mundo. Los grandes edificios, las construcciones, las maravillas que nos ha dado la historia, los autos, los campos de recreo… Todo aquello en lo que se expresa la riqueza: "Se lo deberían dar a los pobres", dicen.

Esa es, probablemente, la frase más ingenua del mundo, dicha por personas que no reflexionan y solo repiten algo para tranquilizar su conciencia sin arriesgar nada en la solución del problema. Y cuando se toman decisiones como las de MORENA, lo único que se logra es complicarlo más.

Para empezar, la frase es falsa. Todos los productos que se consumen en el mundo los produce alguien, y ese alguien recibe un sueldo. Si no los hiciera, sería un pobre sin ingresos. Todo lo que cuesta lo que consumimos ha generado alguna forma de pago. La primera parte está cumplida: hay alguien que trabaja y recibe una retribución. La segunda parte es si ese pago es justo, y esa ha sido una lucha histórica: que lo sea.

El problema y su solución están claros; lo que falta son las condiciones para llevarla a cabo.

¿Cuántas personas participan en la construcción de un edificio? Depende de su tamaño. Además, ese edificio se va a vender y va a requerir mantenimiento. Entonces se construye otro, y sigue la contratación de personas que, al recibir ingresos, dejan de ser pobres. Así funciona la cadena. Crear fuentes de trabajo es lo único que combate la pobreza y la mantiene alejada del trabajador. Una fábrica necesita ser construida, pero después requiere obreros. Se generan empleos y se eliminan condiciones de pobreza.

Si usted contrata a alguien, incluso para labores domésticas, está ayudando a alguien a sobrevivir. Reiteramos: es necesario un salario justo.

Así, lo único que hace falta es que las empresas sigan produciendo para que el sistema funcione. Hay movimiento de capital, y por lo tanto, una distribución real del mismo.

La solución adoptada por nuestro gobierno es equivocada, por la sencilla razón de que no produce. En el modelo productivo, el capital y el trabajo generan resultados; en el modelo asistencial, el capital por sí solo no produce nada.

Se apropiaron del dinero de las instituciones y lo repartieron sin planeación ni control. Todos felices y contentos. ¿De dónde viene? No importa. ¿A dónde va? Tampoco.

En el primer caso, hay recuperación del capital. En el segundo, no. Entonces, ¿cómo seguirá funcionando el sistema?

Si usted lo piensa un poco, se le prenderá el foco.

La única forma que tiene el gobierno actual de obtener fondos para seguir repartiendo es a través de los impuestos. ¿Quién paga impuestos? Los ciudadanos que trabajan y las empresas que generan ganancias. Los ciudadanos que solo reciben apoyos no pagan impuestos, y por tanto no generan recuperación alguna. Seguirán siendo pobres toda su vida, y cuando ya no se les puedan dar apoyos, ni siquiera podrán exigirlos. En cambio, el trabajador siempre podrá exigir su sueldo: es un derecho constitucional.

Mientras el sistema mixto (capital-trabajo) exista, funcionará. Cuando desaparezca, todo colapsará. ¿Quién pagará los impuestos? ¿Quién invertirá para que se hagan las cosas? ¿Quién pagará los sueldos? ¿De dónde saldrá el dinero para ser tan dadivosos y seguir produciendo pobreza como hasta ahora?

La única forma real de combatir la pobreza es creando fuentes de trabajo y contando con una buena ley laboral.

Cuando el capital se reparte sin producir, son las instituciones las que se lo quedan: primero la Iglesia, luego los gobiernos, ahora los predicadores.

No se necesita ser un genio para llegar a estas conclusiones.

Piensa.

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