La mentira es tema apasionante. Desde la antigua Grecia empezó el discernimiento. Había los dioses de la mentira, pero también el uso de la mentira en las epopeyas, para sobrevivir. Los conceptos, se afinaron: el que miente por desconocimiento o error, no es un mentiroso, es un charlatán. Platón llegó a hablar de la mentira "noble". Para ellos la mentira tenía un potencial maligno y otro estratégico. El quiebre ético es la falsedad, que delata la intención.
En política hay libros clásicos. Jonathan Swift, el gran escritor satírico irlandés de mediados del siglo XVII, conocido por Los Viajes de Gulliver, escribió El arte de la mentira política. Otra vertiente apasionante es la función de la mentira en la literatura, Victor Hugo era un mago en ese arte: realidades históricas, seguidas de ficción pura. Vargas Llosa lo explicó en La verdad de las mentiras, la potencia de la ficción, al servicio del conocimiento. Sergio Ramírez, el gran escritor nicaragüense, también: El viejo arte de mentir.
Para la restauración de la vida democrática de México, uno de los ejes centrales, es denunciar la falsedad y la mentira que ahogan a la 4T. "Se puede engañar a todos algún tiempo y a algunos todo el tiempo, pero no es posible engañar a todos todo el tiempo", lanzó A. Lincoln. En política la discusión se ha encaminado más a la epistemología, al sustento de una afirmación, al cimiento ético. La intención de quien miente, o falsea, pesa cada día más. Sissela Bok escribió en 1978 un libro que causó revuelo: Lying: Moral Choice in Public and Private Life.
Ahora nada cuadra: ni los números oficiales, públicos, ni la forma de vivir de la camarilla en el poder. La 4T se ahoga en mentiras. No sabían de los laboratorios, ni de las corruptelas en PEMEX, en SEGALMEX, en BIRMEX, nada les llegó de los vínculos de personas muy cercanas con el narco, la lista es infinita. Por eso fueron destruyendo todas instancias que buscaban acreditar verdades públicas, INAI, COFETEL, CONEVAL. Resultado: ya no pueden acreditar ni siquiera verdades confirmables. En la interminable danza, falsedades, mentiras, exageraciones y demás, ya van perdiendo.
Un ejemplo, la semana pasada el INEGI, por fortuna todavía independiente, dio a conocer dos estudios centrales: la Encuesta de Ingresos y Gastos por Hogar y la evaluación multidimensional de la pobreza, creada por el CONEVAL. Hay datos alentadores, pero también los hay muy preocupantes. Los primeros se deben básicamente al impacto del aumento de los salarios mínimos, medida acertada, pero que no es una fórmula sostenible. La segunda es la reducción de diferencias por decil. En el otro lado de la balanza está el brutal aumento en disparidades regionales y de la carencia en servicios médicos. Según la Presidenta la prensa, así en general, no cubrió los datos de INEGI. Falso, la enorme mayoría de medios le dieron amplia cobertura.
La noche previa al plebiscito chileno de 1988, mientras buscaba algún asiento en el restaurante del Hotel Carrera, repleto de la prensa extranjera, un viejo amigo, me tomó del brazo, me abrazó, y sin más me dijo, con quién cenas, sólo, respondí. Siéntate con nosotros. Mira te presento a Adolfo Suárez. Pasé con ellos esa larguísima y tensa noche. Años después, otro querido amigo, Miguel Limón, me invitó a comer con el expresidente español. En esa comida, Suárez nos reveló un capítulo central de la transición. En las negociaciones con Santiago Carrillo, líder en el exilio del Partido Comunista, llegaron a un callejón sin salida. Carrillo exigía el reconocimiento de las Cortes de los sindicatos y el derecho a huelga. Suárez que, con la legalización del PC, viniera la aceptación de la monarquía, asunto que erizaba a los comunistas. Las decisiones no estaban en sus manos. Se miraron a los ojos, estrecharon manos y cerraron un pacto de caballeros. Los dos cumplieron, ninguno mintió. No estaba en su código.
Tejieron y… muy fino. Con falsedades sistemáticas, imposible pactar.