El sueño es una actividad normal y cotidiana, tan es así que pocas veces nos preguntamos sobre el significado y la aplicación de esta palabra muy común entre nosotros.
El vocablo Sueño lo aplicamos a la (in)actividad humana de quedarse dormido, al producto de esta (in)actividad, y al relato que procede de soñar. También designamos a las ganas de dormir como sueño. Es decir, afirmamos que el sueño aparece tanto antes como en el momento de dormir, y después, designamos así a la narración de lo que hemos soñado. Curioso y un tanto confuso ¿no le parece?
Pero los antiguos tenían diferentes expresiones para cada tipo de sueño. Lo que hoy es cursar por un sueño, hace tiempo se decía dormición, palabra relacionada con el acto externo de dormir, porque el sueño es más bien un fenómeno psíquico, que a su vez tiene un producto virtual, el cual se puede expresar en una narración a veces solamente creíble como sueño. En siglos pasados la gente tenía menor ocasión de confundirse con estas palabras, pues convenientemente distinguía con su propio vocablo la dormición del sueño, pues en la primera se tenía al segundo.
Cuando decimos que fulano tiene sueño nos referimos a que está bostezando porque hace un tiempo largo no duerme y necesita hacerlo, pero de hecho no está aún dentro del sueño.
Esta confusión no la tenían los griegos porque distinguían bien entre los diversos fenómenos, pues Hipnos era el dios que personificaba al sueño en el sentido de estar dormido, su madre era Nix (la noche) quien lo tuvo sin intervención masculina. La tradición latina, por el contrario, añade como su padre a Érebo. Morfeo es el dios de lo que se sueña, específicamente de los humanos soñados, es decir, Morfeo da forma (morfé) a los hombres dentro de los sueños.
Los oniros eran los hijos de Hipnos y Pasitea. Se trata de seres alados que representaban los sueños y visiones enviados a los humanos por los dioses. Eran más de mil. Entre los más importantes estaban Fobetor, Fantasos y Morfeo; Fobetor era el encargado de los sueños con animales; Fantasos se encargaba de sueños con cosas inanimadas que cobraban vida durante el sueño; Morfeo, ya lo dijimos, presentaba a lo soñado con forma de seres humanos; Epiales era el responsable de las pesadillas, aunque también lo llamaban Melas Oneiro, es decir, Sueño Negro.
Como ve, amable lector, los antiguos griegos elaboraron una gran variedad de dioses del sueño que respondían a cada uno de los diferentes fenómenos cuando nos ponemos a dormir.
El hecho de soñar siempre ha inquietado a los humanos, además lo hemos usado para explicar cosas que de otra manera no podríamos, como los relatos fantásticos que tenemos aunque estemos despiertos.
Sigmund Freud, médico austriaco e inventor del psicoanálisis, decía que podemos conocernos a través de la explicación profunda de nuestros sueños.
Un sueño muy famoso desde hace muchos años es el que tuvo un faraón para nosotros desconocido, pues el texto del Éxodo no le asigna un nombre específico. En realidad, se trata de dos sueños. En el primero, siete vacas gordas subían del río Nilo y eran devoradas por siete vacas flacas, el segundo consistió en que siete espigas llenas y hermosas crecían de una sola caña, después de ellas salían otras siete espigas pequeñas y quemadas por el viento del este, luego las siete espigas menudas devoraban a las siete espigas gruesas y llenas. Inquieto por sus sueños, buscó intérpretes y no los encontraba hasta que le presentaron a un hebreo llamado José, quien explicó al faraón que lo soñado significaba siete años de abundancia seguidos de siete años de hambruna. Luego, el mismo José propuso un plan para manejar la crisis. El faraón reconoció que el Espíritu de Dios estaba con José y lo nombró segundo al mando de Egipto.
Abraham Lincoln, decimosexto presidente de Estados Unidos, soñó que entraba al cuarto oriental de la Casa Blanca y veía un cadáver amortajado y custodiado por varios militares. Luego de preguntarle a un soldado quién había muerto, éste le respondió que el presidente había sido asesinado. Lincoln murió días más tarde a causa de un disparo, mientras veía una obra de teatro.