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El 'pacto' Trump-Putin

Arturo González González

En la cumbre de Anchorage, Alaska, hubo un gran ganador: Vladimir Putin. La idea que campea por la "politosfera" es que el presidente ruso "obtuvo mucho a cambio de casi nada". Pero el triunfo de Putin se dio desde la mismísima concepción de la cumbre. Que el presidente de EUA haya aceptado reunirse con su homólogo ruso sin los líderes del RU, la UE y Ucrania, principales partes interesadas, y además hacerlo en Alaska, concedió la ventaja de inicio al jefe del Kremlin. Lo que ocurrió después, no fue una sorpresa. La probabilidad de que Trump le sacara un acuerdo tangible a Putin era mínima. Se sabía desde el principio que, para ambos, la ambición estaba más en la foto que en el contenido. La pregunta es: ¿por qué Trump concede a Putin lo que a muy pocos? Para responderla, hay que hacer una lectura de lo ocurrido en Anchorage, pero, sobre todo, hurgar en tres teorías geopolíticas.

Alaska es la confirmación de dos narrativas de Moscú. La primera es que ?las fronteras se pueden mover. Y eso no depende de normas internacionales sino del poder, ya sea económico o militar. Alaska es una prueba fehaciente de ello. Era un territorio ruso que hoy es estadounidense. Y el cambio de frontera fue un ejercicio de poder económico. El Imperio ruso necesitaba recursos monetarios, EUA anhelaba una salida al Ártico. Discutir en Alaska la paz de una guerra de invasión con la que Rusia pretende expandir sus fronteras hacia el oeste es legitimar la visión geopolítica de Putin. Lo que Washington hizo en 1867 con el territorio alaskeño a punta de billetazos, es lo que Moscú quiere hacer con el territorio ucraniano a punta de cañonazos.

La segunda narrativa que Alaska confirma es que EUA está más cerca de Rusia que de la UE. Y no sólo en términos geográficos, sino también políticos. Rusia está a 82.7 kilómetros de su "vecino" americano. La distancia mínima entre el territorio norteamericano y Europa Occidental es de 5,000 kilómetros. Es cierto que históricamente Washington ha estado más cerca de las posiciones políticas de Londres, París y Bruselas. La verdad hoy es que Donald Trump pondera más el ejercicio de poder concentrado de un liderazgo duro y fuerte, como el de Putin, que el poder contrapesado y disperso del parlamentarismo europeo. Aquí la cercanía geográfica entre la federación y la unión que Alaska representa se vuelve política.

Ahora bien, ¿qué ocurrió en Anchorage? Putin le dio a Trump un logro táctico de alcance limitado al reconocerlo como un líder preocupado por la paz. Aunque parezca broma, el mandatario norteamericano aspira al Premio Nobel de la Paz. Quiere mostrarse como un negociador práctico. Para quienes compran fácilmente este discurso, basta decir que mientras Trump dice impulsar la paz en Ucrania, mantiene su apoyo a Israel en la limpieza étnica que perpetra en Gaza. A cambio del logro táctico limitado, Trump le concede a Putin un triunfo estratégico: lo habilita internacionalmente, no le aplica más sanciones, le da más tiempo para continuar con sus avances en territorio ucraniano y adopta su narrativa de lograr un acuerdo de causas profundas con cesión territorial incluida sin un alto al fuego temporal primero.

Un día después de la cumbre de Alaska Trump declaró que Ucrania debería mostrar más intención de llegar a un acuerdo "porque Rusia es una gran potencia y ellos (los ucranianos) no". Es decir, los rusos tienen armas nucleares. Versiones de varios medios dicen que Putin puso como condición de negociar la paz quedarse con el Donbás completo, es decir, las regiones de Donetsk y Lugansk. ¿En verdad se conformará con eso el presidente ruso?

En la profundidad histórica subyacen tres teorías geopolíticas que debemos revisar para entender lo que está pasando. La primera de ellas es la teoría del espacio vital ("Labensraum") defendida principalmente por el alemán Karl Haushofer, quien la tomó de su compatriota Friedrich Ratzel. Esta teoría, en síntesis, habla del "espacio geográfico necesario para el crecimiento y la supervivencia de un estado nacional, de acuerdo a la interacción entre población y recursos". Fue la ideología que sustentó la política expansionista nazi. Aunque no lo reconozcan explícitamente, todas las potencias, sobre todo las territoriales, visualizan un espacio vital que deben ocupar. Para Rusia Ucrania forma parte de ese espacio vital, como para Israel lo es Palestina y un poco más allá.

La segunda teoría es la del corazón de la Tierra ("Heartland"), concebida por el británico Halford Mackinder. Es casi una sentencia: "quien controle Europa del Este dominará el Heartland; quien domine el Heartland controlará la isla mundial; quien controle la isla mundial controlará el mundo." El corazón de la Tierra es la región que va de Europa del Este a Asia Central. La mayoría de ese territorio la ocupa hoy Rusia, que rivaliza con la OTAN y la UE en el oeste, y compite con India y China en el este. La isla mundial es el supercontinente euroasiáticoafricano, donde habita más de la tercera parte de la población del orbe y donde está más de la mitad de los recursos naturales. Desde el Imperio ruso, pasando por la Unión Soviética, Moscú ha aspirado a controlar Europa del Este. Es parte de un impulso geopolítico que Putin tiene muy presente.

Por último está la teoría de las tierras costeras ("Rimland"). En contraste con Mackinder, el estadounidense Nicholas Spykman defendió la idea de que las tierras que rodean el Heartland tienen una importancia estratégica mayor. El Rimland abarca desde el espacio Mediterráneo hasta Asia Oriental, pasando por Asia Occidental y Meridional. Spykman reformuló la sentencia mackinderiana: "quien controle el Rimland dominará Eurasia; quien domine Eurasia controlará el destino del mundo". Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la teoría del Rimland ha marcado buena parte de la geopolítica estadounidense. La estrategia de contención de Washington contra la URSS estuvo impregnada de esta teoría, como lo está hoy la intención de cercar a China. Para ello, EEUU necesita trasladar a sus socios europeos la responsabilidad de Ucrania, como ha hecho con Israel para reorganizar todo Oriente Medio. El foco de la Casa Blanca y el Pentágono hoy está en Asia Pacífico.

Pero a estas tres teorías hay que agregar un movimiento trumpista dentro de la Doctrina Miran, que tiene como objetivo trasladar la carga del imperio al resto del mundo, principalmente a Europa. Para alcanzar dicho objetivo los países europeos deben aumentar sus gastos militares al 5 % del PIB y comprar más armas a EUA. Una Rusia fuerte y amenazante funciona como mecanismo de presión para la UE, que ahora tendrá que pagar el 15 % de aranceles a su socio americano, mientras se hace cargo de su propia defensa y la de Ucrania armándose hasta los dientes. Con ello, de paso, contribuye al negocio del siglo de la industria armamentista estadounidense.

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