Tumbar al ayatola Jamenei
Del MAGA al MIGA
¿Éxito de ataque? Sin pruebas
Donald Trump no tardó en revelar la motivación esencial de su ataque a Irán: el cambio de régimen; es decir, la sustitución del poder actual y su entramado institucional, una república islámica teocrática, dirigida por el "Líder Supremo", que actualmente es el ayatola Alí Jamenei, quien sustituyó por muerte al fundador de esta república, el ayatola Ruhollah Musavi Jomeiní, luego del derrocamiento del último sah de Persia, Mohammad Reza Pahleví (aún cuando suele usarse el término "sha", para referirse al rey de la antigua Persia, la Fundación para el Español Urgente recomienda la alternativa hispanizada "sah", por considerar anglicada a la primera https://goo.su/Unod8).
El presidente estadunidense declaró ayer, ante una pregunta: "No es políticamente correcto usar el término 'cambio de régimen', pero si el actual régimen iraní no puede reconciliar la grandeza de Irán, ¿por qué no habría un cambio de régimen?". Más clara, ni la frase de guerra estampada en, entre otras partes, la cachucha roja de Trump: Make America Great Again (MAGA) y ahora Make Iran Great Again (MIGA).
Aunque, en realidad, no son migas las que pretende recoger de la mesa bélica el personaje tóxico desde ahora encaminado al paredón de la historia: quiere un "cambio de régimen", para imponer al heredero del derrocado último sah. Reza Ciro Pahlaví, también mencionado como Reza Korosh Pahlavi,[ es llamado por sus seguidores como "Príncipe", o "Su Majestad Imperial Reza II Shah".
La muy temprana confesión de intenciones políticas de Trump, de relevo de mandos y régimen, aunque la retórica oficial se esmera en hablar de peligros nucleares, tomó desprevenido al propio vicepresidente J.D. Vance, quien había dicho en un programa de la cadena de televisión estadunidense NBC: "Nuestra postura ha sido muy clara: no queremos un cambio de régimen… Queremos poner fin a su programa nuclear y luego hablar con los iraníes sobre un acuerdo a largo plazo".
De hecho, aún no hay manera firme y confiable de confirmar que Estados Unidos logró el objetivo central declarado (la eliminación de las fuentes iranís de enriquecimiento de uranio, supuestamente en vías de producción de una bomba nuclear: remember Irak), aunque Trump, como de costumbre, desparramó valoraciones superlativas respecto a sus decisiones y hechuras, en el caso, la operación militar y su "éxito" en eliminar el peligro nuclear mencionado.
Más allá de la cháchara trumpista (cada vez más devaluada; recuérdese el acrónimo descriptivo Trump Always Chicken Out, TACO, es decir: Trump siempre se echa para atrás, o se raja), no hay a estas alturas ninguna confirmación de esa presunta culminación rotunda. El aparatoso y denso ataque, con utilización de los aviones bombarderos B-2 (Northrop Grumman B-2 Spirit), que dispararon doce penetradores de artillería masiva GBU-57, cada uno con peso de más de trece toneladas y media, causaron daños, acaso profundos y certeros, pero hasta ahora no hay constancia de ello, y un cierto esclarecimiento puede llevarse semanas.
"Creemos que logramos la destrucción de capacidades", dijo el secretario de Defensa, Pete Hegseth, solamente crédulo. Rafael Grossi, jefe de la agencia atómica de las Naciones Unidas, declaró: "Hay indicios claros de impactos, pero en cuanto a la evaluación del grado de daño subterráneo, no podemos pronunciarnos (...) Puede ser importante. Puede ser significativo. Pero nadie, ni nosotros, ni nadie más, podría decirles cuánto daño ha sufrido".
Eso sí, lo único cierto, en curso, es la pretensión confesa de Trump de intentar un cambio de régimen en Irán.
Y, mientras se multiplican los actos de censura institucional, con una activista sonorense de la derechista Sociedad Civil México sentenciada por el tribunal electoral a dar disculpas durante 30 días a una morenista, ahora diputada federal, y con los gobernantes de Puebla y Campeche aferrados a la Ley Censura (ciberasedio) y el castigo judicial a críticos, respectivamente, ¡hasta mañana!