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Verdad amarga

El mito de la gentrificación y las razones de fondo

ENRIQUE SADA

Igual que cuando las marchas por el 2 de Octubre, con las mismas consignas de tipo iracundo, saqueo a comercios y violencia manifiesta, decenas de personas se reunieron en el Parque México para exigir vivienda digna y frenar el desplazamiento de residentes por el alza en las rentas.

Esta manifestación tan peculiar-tanto que al solo verla nos recordó un tanto lo peor de nuestro pasado reciente-avanzó por calles de la Condesa y la Colonia Roma hasta llegar al Metro Chapultepec, para de ahí dirigirse a otro punto de concentración.

Lo más gracioso de todo es que entre quienes se vendían como manifestantes y demandantes justicieros, la mayoría venían traídos desde otras delegaciones lejanas en lo que a juicio de los que si son residentes de estas zonas más parecía una protesta armada; ya como cortina de humo para cubrir un poco los problemas reales que se presentaron durante esta semana en la agenda nacional (el asesinato de una madre con sus tres niñas halladas en una zanja en Sonora o el descubrimiento de nuevas fosas clandestinas con restos de desaparecidos en la Ciudad de México) además de la libertad de poder hacer un despliegue de xenofobia con impunidad en contra de la nación de las barras y las estrellas, sin que ninguna autoridad o figura publica pueda ser señalada como directamente responsable.

Al grito de algunas de las mantas que culpaban a los ciudadanos estadounidenses de aumentar el costo de la vida y la vivienda en ciertas zonas y delegaciones capitalinas y en las que de manera pueril exigían a los norteamericanos residentes "Paga impuestos, aprende español y respeta mi cultura", el colectivo avanzó por varias zonas causando destrozos en negocios, saqueando restaurantes, comercios y franquicias como si se tratara de posesión directa de norteamericanos, ignorando que la compra de una franquicia como Starbucks la hacen empresarios mexicanos y la trabajan ciudadanos mexicanos, igual que ellos.

La hilaridad en cuanto a la consigna de exigirle a los estadounidenses que "aprendan español" en nuestro país cobra sin duda mayor gracia cuando son precisamente este tipo de hispanófobos e indigenazis adoctrinados durante décadas por las mentiras de la SEP los que ahora exigen el uso del castellano-y no del nahuatl-como si se tratara (ahora sí) de un valor propio, identitario, común e importante de nuestra cultura mexicana.

Por otra parte, el pretender acusar a un colectivo social tanto como a los ciudadanos extranjeros de no pagar impuestos cuando estos si lo hacen, atribuyéndoles directamente la desgracia del encarecimiento de las rentas en departamentos y casas habitación-esto si es cierto-en ciertas delegaciones de la capital del país es tan hipócrita como absurdo; sobre todo cuando se ignora o se pretende hacer olvidar a través de este tipo de falsas disidencias que desde hace más de 25 años quien gobierna y emite políticas públicas y taxativas que afectan de manera directa el valor de las rentas en negocios o casas-habitación no son los residentes de otro país sino las autoridades "socialistas y humanistas" del Gobierno del Distrito Federal desde aquel entonces.

Aunado a lo anterior tanto los trabajadores como quienes residen como nacionales en la capital han venido a ver afectada también su seguridad al igual que sus propios servicios de transporte, a tal grado que para muchos el subir al Metro o el tomar un taxi se ha convertido no solo en un suplicio sino también en lo más cercano a practicar un deporte de alto riesgo.

Ciertamente existe un déficit habitacional inmobiliario en lo que durante un tiempo se vendía como "la ciudad de la esperanza", sin contar con que la falta de mantenimiento, la suciedad y la inoperancia de los servicios públicos y de seguridad más elementales se han agudizado como nunca a partir del 2018 sin que esto tenga visos de mejorar para infortunio de los habitantes y usuarios de los mismos hasta la fecha, provocando por una parte una serie de inconvenientes que no deberían de existir-de contarse con autoridades competentes, ciertamente-puesto que con ello han venido a afectar severamente a la ciudadanía, de quien comen, en cuyo nombre se supone que deberían de gobernar.

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