Nuestra membresía en el Tratado de Libre Comercio Norteamericano es el más reciente paso en una larga secuencia de relaciones con los Estados Unidos que comenzó aun antes de nuestro propio Grito de Independencia de 1810. A lo largo de más de dos siglos, hemos pasado episodios de todo género, de inicua invasión y despojo, hasta solidaridad en campañas humanitarias. El que hoy día nuestra vecindad nos coloca al lado no sólo de la potencia económica y militar más grande del mundo, sino del país que extiende su hegemonía mundial en todas las regiones del planeta. Esta circunstancia afecta el tenor de muchas decisiones que tomamos en políticas de todo tipo.
Tras de las infaustas invasiones americana y francesa, Porfirio Diaz habría de favorecer la cercanía de Europa en su visión del desarrollo nacional. La asociación con Estados Unidos habría de darse en ocasión de las dos guerras mundiales del siglo XX. Siguieron años de cuidadosa amistad con nuestro vecino que oscilaba entre coincidencia o diferendos en cuanto a nuestra amistad con países de variados signos ideológicos como por ejemplo, el continuado apoyo al régimen castrista cubano.
La creación del TLC con Estados Unidos y Canadá en 1994 marcó un viraje fundamental en la visión de nuestro desarrollo político con hondas repercusiones en lo económico y social y en las simpatías o alejamientos con que los sucesivos presidentes han sostenido sus relaciones con otros países y con la gran variedad de instituciones internacionales. La estrecha fusión de intereses económicos y empresariales con nuestros dos socios, ha llevado a la directa imbricación en actividades agrícolas e industriales y los intercambios comerciales han dejado muy atrás los años en que llegar a un 15% de nuestro PNB era la meta a conquistar.
Los intercambios con Estados Unidos no son sólo absorber más del 80% de nuestra producción física sino son, de hecho, sostén de varias actividades de ese país que depende de las importaciones desde México. Somos hoy por hoy el mayor exportador a Estados Unidos . El que continue esta interdependencia nos fortalece, a la vez que compromete las decisiones oficiales favorables de ambos países.
Lon intercambios comerciales y económicos se han afectado por la inflación, por las tensiones políticas internas de toda índole, variaciones profundas en las capacidades de producción, bloqueos de transportes, restricciones administrativas, sin mencionar las amenazas del crimen organizado a nuestras poblaciones, a las que ahora se suman las tácticas arancelarias del Presidente Trump que amenazan a la mayoría de países cuya eventual entrada en vigor afectará seriamente la economía mundial,
Trump está utilizando los aranceles como arma de batalla antes despreciada, pero ahora resulta que se han convertido en un instrumento eficaz para torcer a su favor los rumbos de cualquier negociación. La confusión actual provocada por las amenazas de Trump es una muestra de la época de transición que afecta una parte importante del mundo y en la que México puede aprovechar.
La medida en que progresa la tendencia de realizar el nearshoring es oportunidad para calibrar el grado de penetración de los intereses de cada uno de los países que compiten. Los niveles de participación de México y de China en el mercado norteamericano, que por razones de vecindad sentimos nuestro, es un índice útil. El que aportemos productos por valor semejante al de China a ese mismo mercado es prueba de nuestra cercanía y la poca importancia que tiene el factor transporte en términos de precios competitivos.
Al lado del singular ambiente actual de cambios en los países, el simple efecto de la conversación entre Trump y Putin, muestra un cambio positivo en el sólo hecho de que ambos líderes estén dispuestos a dialogar. México debe aprovechar los tiempos actuales además de las ventajas de ser miembro del T-MEC y evitar no ser afectado por la peculiar política de aranceles del presidente Trump.