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RODOLFO JESÚS CERPA ROBLES

Para todos aquellos que nos apasionamos por el tenis, debemos sentirnos afortunados por lo que hemos visto y más por lo que, durante el paso de los años, hemos contemplado a grandes fenómenos de esta disciplina y de una calidad indudable, como fueron en su tiempo: McEnroe, Connors, Borg, Sampras, Nadal, Federer, Bruguera, Chang, Djokovic y ya actualmente, Alcaraz y el joven Sinner.

Y precisamente, cinco semanas después de una dramática final del Abierto de París y que fuimos testigos de ese agarrón en que no daban cuartel los dos últimos tenistas mencionados, ahora el muchacho italiano ha consumado su liberación el pasado domingo al conquistar el cuarto título de Grand Slam de su carrera, levantando la copa dorada en el All England Club, como prueba de autoridad.

En su primera final en The Championship, el número uno mundial remontó un partido fabuloso, 4-6, 6-4, 6-4, 6-4 ante el vigente campeón, evitando un histórico triplete del portento español sobre la hierba sagrada de Londres, donde los dos primeros hombres del ranking del ATP cruzaron golpes en uno de los grandes templos del deporte, donde prometen repartirse la historia en los próximos años.

En un antagonismo que escalda como ninguno, la final tuvo una fragancia de reanudación, ya que, y como todos sabemos, hace unas semanas, teniendo a la arcilla de París como escenografía, Alcaraz derrotó a Sinner en una de las mejores finales de Grand Slam que se recuerdan, con un latido imborrable de cinco mangas, en las que el joven ibérico levantó tres pelotas de partido al italiano para revalidar la Copa de los Mosqueteros, propinando al vigente número uno mundial, uno de los golpes más duros de su carrera deportiva.

Apenas 35 días después, señalando una solidez mental intachable, ambos repitieron el esfuerzo sobre una superficie diferente y si el guardarropa necesitaba una prueba de autoridad, es evidente de que Wimbledon ofreció un mensaje claro para todos los que estuvimos al pendiente de esta contienda, y lejos de imaginar una proeza cualquiera, la historia encajaba para medir el calibre del partido.

Nadie había logrado enfrentarse en las finales de París y Londres en la misma temporada en la Era Abierta del deporte blanco, salvo Rafael Nadal y Roger Federer, ejecutores de la epopeya en tres años consecutivos entre 2006 y 2008 en un antagonismo que levantó al tenis a una nueva magnitud y un equilibrio de fuerzas, al que ahora intentan dar relevo el italiano y el español.

A diferencia de lo que pasó en París, el cerebro del muchacho nacido en San Cándido, Italia, no parpadeó en el contorno del trofeo donde propinó una fractura estable en el tercer juego del cuarto set, acelerando hacia un partido cada vez más próximo, donde los impulsos tenaces de Alcaraz, invicto en los últimos 20 partidos sobre el césped de Wimbledon, fueron el último contrapeso a superar, camino de la copa.

Con una peculiaridad de oro, llegando a elevar un 15/40 con 4-3 que pudo modificarlo todo, Jannik accedió la entereza de su máximo rival para encontrar las llaves del partido.

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