Extraña palabra la del título. Solamente la escuchábamos o la decíamos cuando estudiábamos la materia de filosofía en la prepa. Desde entonces, para muchos dejó de aparecer en la vida, y por consiguiente dejó de interesarnos esa teoría que se nos olvidó después del examen semestral.
Pero sucede que la doctrina expuesta por Epicuro influye en nuestra manera de pensar y actuar, aunque no nos demos cuenta de su influjo. Este filósofo griego estableció su escuela en un jardín, al que permitió el ingreso a toda clase de gente, como esclavos y mujeres de todo tipo, incluidas las prostitutas, lo que lo muestra como un verdadero hombre democrático o igualitarista, pues en Grecia el ambiente donde se enseñaba la filosofía era exclusivo de las élites.
El epicureísmo tiene su raíz en la búsqueda de la felicidad como la concibió Aristóteles en su Ética, el cual decía que debemos buscar la virtud, lo que nos llevaría a la completa dicha. A esta doctrina le llamaron Eudemonismo, cuyo significado es "buen espíritu". Esta definición nos dice muy poco, por eso le digo que el eudemonismo es la búsqueda de la felicidad que no se reduce a un estado de placer o bienestar pasajero, sino que implica el florecimiento del ser humano a través del desarrollo de sus virtudes y el ejercicio de la razón.
Pero los pensadores posteriores a Aristóteles no se quebraron la cabeza para buscar el ejercicio de las virtudes, pues algunos pensaban que el florecimiento del ser humano o felicidad consistía en los placeres. Así lo concibió Aristipo de Cirene, quien enseñó que el objetivo de la vida era buscar placer como bien supremo y mantener un control adecuado sobre la adversidad y la prosperidad. Entonces, basado en este pensamiento, Epicuro recomendó a sus discípulos: "Acércate al placer y apártate del dolor", pero este pensador definía el placer principalmente como la ausencia de dolor físico (aponía) y la ausencia de perturbación mental (ataraxia). No rechazaba los placeres sensoriales, sino que los consideraba inferiores a los placeres duraderos que provienen de la tranquilidad y la moderación. Su objetivo era una vida serena y feliz a largo plazo, más que la gratificación momentánea.
Así pues, aunque se diga que fueron hedonistas, Aristipo y Epicuro son los filósofos de la moderación, pues el exceso de placer nos puede llevar a un dolor mayor, indeseable a la hora de querer alcanzar la ataraxia. Entonces, el pensamiento de Epicuro era semejante al del borrachín mexicano, quien en la resaca elevaba al Creador esta sentida oración: "Diosito santo, si borracho te ofendo, con la cruda me sales debiendo". Lo que confirma la idea epicúrea de moderar nuestros placeres para no tener un dolor tal vez mayor como fruto de los excesos.
Algunos filósofos de café afirman que el hedonismo es una tendencia natural del ser humano, porque de manera instintiva preferimos los placeres al dolor, pero Epicuro los desmentiría con su doctrina vista de manera más completa, pues él distinguía entre diferentes tipos de placeres: Los naturales y necesarios, como comer cuando se tiene hambre o beber cuando se tiene sed, que debían satisfacerse de manera sencilla. Los naturales, pero no necesarios, como los manjares exquisitos o los lujos, que podían disfrutarse con moderación, pero su ausencia no debía generar sufrimiento. Finalmente, los placeres vanos e innecesarios, como la búsqueda de la fama, el poder o la riqueza desmedida, eran considerados fuentes de ansiedad e infelicidad, por lo que debían evitarse.
Las palabras Epicureísmo y Epicúreo, aunque moderadamente como indica su filosofía, se utilizan en nuestro lenguaje coloquial, como cuando decimos que determinado sujeto es un lector epicúreo porque disfruta de libros que satisfacen sus gustos, o bien, tal vez usted haya oído que algún restaurante ofrece un menú epicúreo con platos exquisitos, para expresar que las viandas están llenas de delicias, de tal modo que acerca a los comensales al placer de la comida. Entonces tenemos como sinónimo de epicúreo a Gourmet, que se refiere a una persona de gustos exquisitos en lo relativo a los alimentos y a la bebida. No lo confunda con Gourmand, que más bien es el inmoderado, contrario al epicureísmo, y significaría goloso o, a veces puede llegar a ser el tragón, algo muy lejano al ideal epicúreo.