El Personaje y sus Circunstancias. En la actualidad hay acreditados en México alrededor de ocho y media docenas de embajadores de otros tantos países y organizaciones internacionales. Sin embargo, cuando entre nosotros y de manera informal nos referimos a "el embajador" todo el mundo entiende que se trata del enviado oficial del presidente de Estados Unidos ante nuestro gobierno.
El currículum vitae de la persona que acaba de presentar sus cartas credenciales como embajador de Estados Unidos en México -Ronald Douglas Johnson-esya parte del mensaje que el presidente Donald Trump quiere enviar tanto a la presidenta Claudia Sheinbaum como los altos mandos de nuestro gobierno y a la multitud de actores es individuales o colectivos de izquierda y derecha que dan forma y contenido a nuestra vida pública.
En la coyuntura actual el sentido de fondo del nombramiento de un embajador norteamericano en nuestro país puede no ser del todo evidente de inmediato, pero se ira develando a lo largo del desempeño de su tarea como intérprete de las posiciones de Trump y del trumpismo con relación a la siempre complicada agenda entre países vecinos muy desiguales y con agendas nacionales no del todo compatibles como son Estados Unidos y México.
Según los datos publicados, el hoy embajador de la Casa Blanca en México tras servir primero en la Guardia Nacional de Alabama donde alcanzó el grado de capitán se alistó en el ejército regular de su país yen 1998 se retiró con el grado de coronel. Ya retirado se desempeñó como asesor especial del Comando Sur en Tampa, Florida y luego como enlace en materia de ciencia y tecnología entre la CIA y el Comando de Operaciones Especiales, también en Florida.
Hasta 2019 la carrera del embajador Johnson, que tiene una maestría por la NationalIntelligenceUniversity, transcurrió en el ámbito de lo militar. Su pasó a la diplomacia es relativamente reciente y data de 2019 cuando fue nombrado por Donald Trump en su primera presidencia como embajador en El Salvador de Nayib Bukeley ahí permaneció hasta inicios de 2021. Hoy el coronel vuelve a desempeñar el papel embajador de Donald Trump pero esta vez en un país con un gobierno y una presidenta que en varios sentidos son la antítesis de El Salvador y de Bukele-ese personaje que acaba de declarar que le tiene sin cuidado el que le llamen dictador-quizá porque México y El Salvador comparten un problema grave, uno en que el embajador Johnson ya tiene experiencia: el de hacer frente aun crimen organizado muy violento, muy arraigado y que hoy es un factor clave en la relación de ambos países con la potencia dominante: Estados Unidos, pues Trump decidió calificar como terroristas a sus organizaciones lo que podría desembocar en una mayor gama de presiones sobre México.
En el caso de El Salvador,Bukele ha optado por resolver su enfrentamiento con "las maras" -las organizaciones criminales de su país- al estilo aconsejado por Trump: usar sin restricciones la fuerza del Estado para eliminarlas sin importar los "daños colaterales", es decir, la violación de derechos humanos. En contraste, los dos últimos gobiernos mexicanos han optado por un enfoque menos espectacular pero menos brutal: limitar el empleo de la fuerza, pero empeñarse en combatir las causas sociales que alimentan las filas de los ejércitos del narco. Es en ese contexto que el coronel y embajador Johnson entra hoy al escenario político mexicano.
Los Antecedentes. En la lista de representantes oficiales de Estados Unidos ante los gobiernos de México desde 1825 hay 29 ministros plenipotenciarios y un agente especial y, a partir de 1905, 32 embajadores. La naturaleza del interés nacional de los dos países obligados a ser vecinos, pero cada vez más desiguales en términos de poder, rara vez ha propiciado etapas de una genuina compatibilidad de agendas. En cualquier caso, las demandas, declaraciones y acciones de los representantes del país más fuerte han condicionado las posiciones y reacciones defensivas del país más débil. Por parte de México esas acciones y reacciones han estado históricamente imbuidas por un gran y justificado recelo y desconfianza y envueltas por las diferencias culturales e ideológicas que si bien se pueden atemperar no se pueden borrar.
Las Etapas de la Relación Inevitable. En una primera etapa de la relación México-Estados Unidos y que abarca de las postrimerías de la época colonial hasta inicios del porfiriato, una constante domina en la relación de los dos países: la disputa por el territorio. La política del primer agente diplomático norteamericano en México, Joel R. Poinsett y de su sucesor Antony Butler -por cierto, también coronel del ejército de su país- fue buscar la anexión de territorios mexicanos al de su país. Esa agenda anexionista culminó en una guerra que México perdió y que poco después buscó explotar una situación de desunión interna en México para lograr un dominio permanente de rutas estratégicas dentro del país -el fracasado tratado Mclane-Ocampo de 1859- o de convertir el tema del descontrol de la frontera norte mexicana para justificar una ocupación militar y supuestamente dar así seguridad a una Texas afectada por la presencia de bandas de cuatreros mexicanos.
Con la estabilidad política lograda por el porfiriato a fines del siglo XIX se abrió otro capítulo en la relación de México y su vecino del norte. Estado Unidos dejó de lado la pretensión de expandirse territorialmente hacia al sur y puso el énfasis en la expansión de sus capitales en ese sur. El objetivo fue alentar y era respaldar a las empresas ferrocarrileras, mineras, bancarias, petroleras de Estados Unidos que se habían establecido en México, desplazar de nuestro país al capital europeo e impedir el establecimiento de intereses japonesa en la costa mexicana del Pacífico.
Con la Revolución Mexicana de 1910 la protección de sus capitalistas en nuestro país lo mismo que lograr el retorno de la estabilidad política mexicana se convirtieron en los temas centrales de la relación bilateral. Para Washington no era tolerable una frontera descontrolada y por eso la llegada del embajador Dwight Morrow (1927-1930) cuando se iniciaba el régimen de partido de Estado(el PNR) se caracterizó por apoyar abiertamente a ese nuevo régimen encabezado por Plutarco Elías Calles, el "Jefe Máximo". La relativa estabilidad política mexicana de los años 1930 contrasto con una creciente inestabilidad en el sistema internacional. Y aunque Calles fue obligado a exiliarse el antifascismo de su sucesor, el presidente Cárdenas, hizo posible que el gobierno de Franklin Roosevelty su embajador en México, Josephus Daniels, fueran notablemente tolerantes con algunas de sus políticas nacionalistas, particularmente la petrolera y la agraria. En reciprocidad, México se sumó en los 1940 a la lucha de Washington contra las potencias del Eje.Al concluir el cardenismo y dar inicio la cadena de gobiernos de derecha estos se acoplaron muy bien con unos Estados Unidos en Guerra Fría contra la URSS.
El fin de la Guerra Fría en los 1990 coincidió y aceleró en México la decadencia del régimen autoritario del PRI y su lenta y difícil transformación en uno cada vez más pluralista y menos antidemocrático.
Superada la bipolaridad de la Guerra Fría, Washington y sus embajadores en México dejaron de ser incondicionales del autoritarismo mexicano. En el 2000 Estados Unidos aplaudió que el PRI dejara de monopolizar la presidencia mexicana y la compartiera con el PAN. En 2018 ya no celebró de igual manera el triunfo de Morena en las urnas, pero ya no se opuso ni, menos, intentó seguir el camino andado por el embajador Henry Lane Wilson en 1913 de impedir el cambio de régimen haciéndose participe del magnicidio de Madero.
La Coyuntura Actual. Al concluir el primer cuarto del presente siglo México se encuentra ya inmerso en un proceso político inédito: institucionalizar pacíficamente el pluralismo con la izquierda al mando. Pero justo es también ahora que Estados Unidos está empeñado en llevar a cabo un gran viraje hacia la derecha, hacia la derecha extrema.
La coyuntura no es del todo inédita. Una divergencia sustantiva entre los procesos internos de México y la gran potencia vecina ya tuvo lugar durante los 1920 y la soberanía de nuestro país paso entonces por momentos muy difíciles. En esas crisis los reportes y actitudes de embajadores como Henry Fletcher y James Sheffield simplemente echaron leña al fuego. Cuando hoy el embajador Johnson antes de presentar sus cartas credenciales a la presidenta Sheinbaum se reunió y llamó "hermano" al activista mexicano de extrema derecha Eduardo Verástegui, ya está tomando partido y adquiriendo a su familia política mexicana. Esperemos que esta fraternidad no contribuya a llevar más lejos las diferencias ocasionadas por la divergencia de los respectivos proyectos nacionales de México y su vecino del norte.
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