
Sergio Rodríguez / EL SIGLO DE TORREÓN
El 3 de julio de 2010, el huracán Alex marcó un antes y un después en la historia reciente de Monclova.
Tras cruzar la península de Yucatán como tormenta tropical, se fortaleció en el Golfo de México y tocó tierra en Tamaulipas como huracán categoría 2, descargando su fuerza en el noreste de México. Monclova en el centro de Coahuila fue una de las ciudades afectadas.
Homero Estrada García, entonces director de Protección Civil de Monclova, recordó que en las 48 horas siguientes a la llegada del huracán se registraron más de 180 milímetros de lluvia, una cifra anómala para una zona semiárida.
“Este fenómeno puso en evidencia la vulnerabilidad del sistema de drenaje pluvial de la ciudad, que no estaba preparado para una precipitación tan intensa en tan poco tiempo”, expresó.
Sin embargo, fue otro factor el que agravó la situación. “Fueron los escurrimientos de los cerros los que causaron más daños”, declaró Estrada García, al explicar cómo las avenidas naturales colapsaron y desbordaron arroyos en zonas urbanas y rurales.
Lluvias históricas causaron el mayor desastre pluvial en décadas
Las precipitaciones provocadas por Alex inundaron sectores habitacionales de Monclova. Colonias como Praderas del Sur, San Miguel, Guerrero, Las Flores y El Roble sufrieron los embates del agua, dejando viviendas anegadas, calles destrozadas, autos arrastrados, un puente vehicular destruido y familias damnificadas.
Más de mil familias fueron afectadas. Algunas perdieron muebles, ropa, documentos y hasta los techos de sus viviendas. Las autoridades habilitaron albergues en escuelas y centros comunitarios para ofrecer refugio. En los ejidos y comunidades vecinas, los caminos quedaron intransitables, como ocurrió en Castaños y Frontera, debido a deslaves o desgajamientos.
El Gobierno Municipal encabezado por el entonces alcalde Armando Castro, en coordinación con Protección Civil del estado y el Ejército Mexicano, activó el Plan DN-III-E. Se distribuyeron víveres, agua potable, colchonetas y cobijas. También se enviaron brigadas médicas para atender a personas con enfermedades respiratorias o infecciones por humedad.
“Carros varados, gente atrapada”: el relato de un bombero voluntario
Uno de los testimonios más vivos de aquel desastre lo ofrece Gilberto Damián Cázares, entonces bombero voluntario. Desde su casa en la colonia Francisco Villa, escuchó que se necesitaba apoyo urgente.
“Mi papá me despertó, estaban pidiendo ayuda para bomberos. Alisté mi equipo y salí rumbo a la central”, relató.
Su trayecto fue una odisea. “Los pasos ya estaban obstruidos. Un camión de la Coca-Cola me dio un ride hasta el bulevar Juárez. De ahí llegué a pie a la central”, recordó. Cuando llegó, la ciudad ya era un caos. “Había unidades atendiendo inundaciones en Las Flores y otros puntos, carros varados, gente atrapada… nunca habíamos visto ese flujo de agua”, dijo.
Uno de los momentos que más recuerda es un reporte en la colonia El Roble.
“Nos avisaron de una casa completamente inundada, con gente posiblemente adentro. Llegamos con dos unidades, hicimos búsqueda con cuerdas, pero no encontramos a nadie. Afortunadamente, habían salido a tiempo gracias a vecinos que ayudaron”.
La emergencia no terminó en un día
Las primeras 24 horas fueron críticas, pero el esfuerzo continuó por más de una semana.
“Todos los cuerpos de rescate trabajamos día y noche: bomberos, paramédicos y policías municipales. Hubo turnos alternados, pero no se paró”, relató Cázares.
Después de las lluvias vinieron otras tareas: revisión de instalaciones eléctricas, cilindros de gas, apoyo para sacar agua de casas y monitoreo de arroyos.
“La gente apenas iba retomando su vida cotidiana cuando nos tocó ir a Sabinas. Nos pidieron apoyo allá también por las lluvias del huracán”, añadió.
Gilberto tenía 10 años como voluntario en ese entonces. Hoy, 15 años después, asegura que no ha olvidado el desastre:
“Nos marcó a todos. No fue solo una tormenta, fue una lección de cómo la naturaleza puede rebasarnos y ponernos a prueba”.
A 15 años, las memorias siguen vivas
El paso del huracán Alex por Monclova permanece en la memoria colectiva. Fue una jornada de emergencia, solidaridad y vulnerabilidad urbana. La ciudad sobrevivió, pero la experiencia evidenció la necesidad de un sistema hidráulico más robusto y planes de contingencia más integrales.
Con más de mi familias damnificadas y días enteros de rescate, el recuerdo de ese 30 de junio de 2010 sigue vigente entre bomberos, rescatistas y ciudadanos. Monclova aprendió que incluso en el semidesierto, la fuerza del agua puede arrasarlo todo.