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Recuerdos de una vida olvidable

El camino de la vida

MANUEL RIVERA

En alguna parte del libro de mis memorias imagino las siguientes palabras:

"Mi vida fue un continuo de retos, de esfuerzos sin descanso, de estudio constante, de análisis responsables y profundos. Ese conjunto dio a luz mis artículos de opinión y tareas en decenas de campañas políticas".

Acto seguido, recapacito y opto por preservar mi integridad corpórea cuando recuerdo la sentencia de mi madre cada vez que yo pronunciaba alguna mentira: "Recoge ahora un pedazo de tu lengua".

Y es que bastaría con echarme un clavado a las redes sociales para transferir mi saber de política internacional para vaticinar ahora el efecto económico de los aranceles, o dejar que escriba mi estómago para denostar al régimen y propulsar, desde la comodidad de la computadora de mi casa, el movimiento libertario que lo expulse del poder, para luego repetir el ciclo con quienes lo sustituyan.

Debo pues reconocer que fue sencilla la parte de mi vida dedicada a desordenar letras en el papel de pitoniso, aunque nunca tan fácil (y divertida) como la de proponer ideas en campañas de oposición, de resultados tan inmediatos como el desmentido del día siguiente hecho por el aspirante del oficialismoy tan generadores de culpa como saber que su rostro desencajado obedecía a una mera suposición de sus adversarios.

Aunque consistente con los tiempos actuales no quisiera admitir la ausencia de motivos de culto en mi existencia,me veo obligado a reconocer la falsedad de la descripción de mi vida como una de esfuerzos sin descanso, así como de aceptar la veracidad de una trayectoria con oportunidades inmerecidas.

Concluyo entonces, al menos por hoy, abandonar el engrosamiento de vaticinios que transparentan aspiraciones no de cambio de reglas, sino de sustitución de atracadores, y abordar dos recuerdos que estoy convencido comparten un mismo fondo.

Traigo al presente la mañana de un domingo del nuevo siglo cuando dos adultos y dos menores de edad regresábamos de una carrera pedestre y fuimos sorpresivamente detenidos por una mujer, quien al percatarse de la organización que representábamos nos pidió ayuda por el extravío de su hijo en el cerro.

Viajábamos en un vehículo con la identidad de Bomberos y vestíamos el uniforme de la misma institución, a la que habíamos representadounas horas atrás. Imposible rechazar la petición, aun nos encontráramos fuera de servicio y los niños no estuvieran enlistados.

Después de unas cuatro horas en las que traté de movilizar desde la falda de la montaña al mayor número posible de colaboradores y coordinar la búsqueda emprendida por un hombre y dos niños equipados sólo con el respeto a su camiseta, el caso terminó felizmente con las palabras de la mamá a propósito de la localización de su hijo:

"Me he dado cuenta de que los bomberos carecen de apoyo, pero la compañía que me dieron durante este tiempo se las agradeceré toda la vida". Ahí nació Rescate Canino Mexicano, A. C.

Quizá era una época muy distinta a la actualmente proclamada como de "la revolución de las conciencias", pero en los estertores del siglo XX encontréhasta varios meses después, en Estados Unidos de América, la guía que buscaba para formar binomios caninos dedicados a la búsqueda de personas, ayuda que mi prejuicio antiyanqui se negó a rechazar.

Increíblemente para quienes abordábamos el proyecto bajo la idiosincrasia nacional, viajamos a Houston, Tx., invitados por una maestra estadounidense que personalmente no conocíamos, pero quedespués de sus clasesentrenaba perros con el fin que deseábamos.

Tuddy fue tan generosa que no sólo nos brindó sus conocimientos, sino hasta dio a humanos y caninos mexicanos hospedaje gratuito en sucasa, desde la que nos transportaba en su propia camioneta a los sitios de entrenamiento. Tiempo después la recibimos en México con el corazón por delante.

Esta experiencia contribuyó a crear las bases de una iniciativa que, poco después, creció y recibió el invaluable apoyo de instituciones de la calidad humana y profesional de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la colombiana Fundación para la Gestión del Riesgo.

Tras estas evocaciones, integraría un párrafo a las memorias por nadie pedidas que dijera:

"Tantas vueltas di en la vida que terminé por darme cuenta de que su camino es recto y llano, de recorrido tan sencillo que sólo basta orientarse por el irrenunciable deber de actuar conforme a lo humano y entender que en su ruta transitan personas, no nacionalidades ni diferencias absurdas que eviten a unos arribar al final de todos".

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Escrito en: Recuerdos de una vida olvidable columnas Editorial Manuel Rivera

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