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Dos miradas

CARLOS CASTAÑÓN CUADROS

La cámara los juntó. En pocos días, las circunstancias reunió dos miradas notables, creativas, críticas. Por un lado, el gran fotógrafo brasileño, Sebastián Salgado (1944-2025), quien falleció hace unos días a los 81 años, no obstante, su obra perdura con la fuerza de blanco y negro. Casi al mismo tiempo, la fotógrafa mexicana, Graciela Iturbide, recibió el prestigioso premio Princesa de Asturias de las Artes 2025, por ser "dueña de una mirada innovadora y dotada de extraordinaria profundidad artística".

Similar a la belleza, la obra de Salgado nos detiene. Economista de formación, se hizo fotógrafo por vocación. Aprendió en el camino de manera autodidacta. El descubrimiento de una pepita de oro causó la depredación de la tierra. Entre las sociedades, esa historia se repite hasta la saciedad con la tierra, el agua, los recursos. Una localidad en Brasil repite el voraz modelo. En la mina de oro de Serra Pelada, el fotógrafo documentó en 1986, la impresionante explotación a cielo abierto. Miles de hombres en busca de oro aparecen en la lente de Salgado como hormigas en un inmenso proceso. La marabunta humana es una pieza más para la extracción. Como el mito del eterno retorno, esas imágenes se repiten una y otra vez. La extensa serie muestra a los hombres como esclavos, aunque la voluntad o la necesidad los llevó ahí, a cargar miles de kilos diariamente. Dos palabras resumen toda la secuencia: desolación y miseria. La mirada del célebre brasileño se enfocó en localidades de todo el mundo. Empezó en África y a partir de ahí fue a todas partes. El resultado es universal. Para él, la imagen es una página en blanco: "Escribo con una cámara, es el lenguaje que he elegido para expresarme".

Cansado de retratar al mayor depredador, el hombre, regresó a su tierra natal para hacer una pausa. En la profundidad de la selva, captó la Amazonia y posteriormente hizo un elogio de la naturaleza con ese trabajo monumental que tituló Génesis. En ese trabajo, su mirada va a los orígenes, en tanto hombres, animales y la tierra, aparecen como si fueran los primeros tiempos. Ver esas imágenes nos conducen al asombro.

Al igual que Salgado, la fotógrafa mexicana Graciela Iturbide (1942), eligió la mirada en blanco y negro. Su curiosidad la llevó a todas partes por el mundo. Lo mismo fue a Juchitán que a Sonora, donde forjó icónicas imágenes, como "Nuestra señora de las iguanas". Dicha imagen la captó en 1979, pero una vez que llegó al público, pasó a tantas manos. Si bien, ella capturó el momento, la fuerza de la imagen pronto dejó de pertenecerle.

Alumna de Manuel Álvarez Bravo, aprendió del mejor, pero al tiempo, ella se forjó su propio camino. Retrató a su maestro, pero también se desprendió de él. Las fotografías de Iturbide tiene un lugar destacado en el mundo del arte. Recién declaró: "Fotografío con la sorpresa, es como conocer el mundo a través de la cámara… la cámara es un pretexto para conocer la vida y estar con las gentes".

Mexicana universal, forjó imágenes sorprendentes sobre los puntos más variados. Los que viven en la arena, los pájaros, la muerte, el legendario festival del rock en Avándaro y hasta el baño de Frida Kahlo. Sin dejar el entorno, también tomó icónicos autoretratos. Ante todo, se movió por el asombro y la curiosidad con su cámara en mano. A los 83 años, vive para la fotografía: "El día que yo deje de fotografiar y que pierda la sorpresa de encontrar en el mundo lo que encuentro, me muero".

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