La guerra psicológica ejercida en los últimos años gracias a los abrazos y el empoderamiento del crimen organizado en México es en el actual contexto una estrategia deliberada y sistemática que busca infundir miedo, inseguridad y parálisis institucional o social mediante el uso de tácticas de intimidación, manipulación y violencia simbólica o explícita.
Los ejemplos en amplias regiones del país cogobernadas por el narco exhiben un uso intencional de medios psicológicos para afectar la percepción, la conducta y la estabilidad emocional de personas, comunidades, autoridades o medios de comunicación. Uno de los objetivos prioritarios ha sido el debilitamiento de las instituciones del Estado para ir reforzando el control territorial y social del grupo criminal amén de desmovilizar a la población. No se limita al uso de violencia física, sino que incorpora mensajes, símbolos, narrativas y actos públicos diseñados para tener un impacto psicológico masivo.
La guerra psicológica es estructural, estratégica y busca dominación social a largo plazo; su foco no es sólo la víctima directa sino todos los testigos reales y virtuales del acto violento. Se podría decir que es una forma de terrorismo interno no ideológico, cuyo propósito es convertir el miedo en un instrumento de gobierno criminal.
El asesinato artero contra dos funcionarios cercanos a la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México ocurrido hace unos días, ha develado que la ejecución y su mensaje -a la misma hora que el pleno del gabinete de seguridad presume cifras y políticas que "atienden las causas"- es más fuerte que el crimen mismo.
La reacción y la respuesta al manejo de la crisis en los instantes en que el titular de Seguridad y Protección Ciudadana informaba a la presidenta Sheinbaum del hecho, presentó ante la ciudadanía un cuadro desordenado, donde la sorpresa y el temor de ambos fueron evidentes.
La zozobra, el nerviosismo y la confusión en plena conferencia mañanera ante los medios de comunicación exhibieron que se dio en el blanco de la percepción derrumbando una narrativa y abonando al ambiente de tensión que hace meses viven los intereses en la burbuja del grupo en el poder.
Duras semanas han acompañado a la administración de Sheinbaum que se encuentra en una posición muy comprometida donde la presión por un lado del gobierno de Trump a través del secretario de Estado arrecia al informar que "la violencia política en México es real", por el otro los hilos políticos que aún se mueven desde Palenque, el crimen organizado que cogobierna vastas regiones del país y la no tan sorpresiva irrupción en el escenario de la CNTE.
Muchos ingredientes para una mezcla de desestabilización como forma sofisticada de confrontación política operando en múltiples niveles; social, económico, militar y comunicativo.
Su éxito dependerá tanto de la sostenida debilitación interna del gobierno y de Morena -ya señalado como partido protector de altos funcionarios ligados a organizaciones delictivas- como de la capacidad de los actores desestabilizadores para articular un relato convincente, movilizar recursos y capitalizar el inmenso cúmulo de errores cometidos por la joven administración.
@GomezZalce