Hoy día, cuando la "Lucha Libre" ha tomado nuevos bríos en México - desde luego con apoyo e intereses no muy claros- recordé a aquellos deportistas que en mi infancia me llenaban de emoción y enseñanza lúdica sobre lo considerado bueno o malo, según los valores trascendentes, sociales y humanos, que ordenaban a los humanos. Hoy, todo es "úsese y tírese".
Cada domingo, acudía con mi papá a la Plaza de Toros, a disfrutar del espectáculo: Polo Torres, Joe Marín, el Cavernario, el Espanto y, desde luego, el Bello Willy, enfrentando a los foráneos: Blue Demon, el Santo y otros; ellos hacían que la diversión valiera la pena.
Por lo general, los "técnicos" - "limpios", les decían - terminaban venciendo a los "rudos" - llamados "sucios"-, aunque en ocasiones valía aquello de la excepción a la regla.
Así, el bien triunfaba sobre el mal y aprendíamos que los malos actos siempre tienen negativas. Le recuerdo que la Comarca Lagunera, ha sido y es cuna de grandes gladiadores.
Ellos, exhibían sus habilidades en la técnica grecorromana, aunque con algunas variantes para darle sabor a la batalla; a ras de la lona del ring aplicaban llaves y contra llaves, mostrando sus habilidades del deporte y educando.
Hoy, los luchadores son atletas, malabaristas, que haciendo acrobacia vuelan o aplican castigos impresionantes con una coordinación envidiable. Entregan un gran espectáculo, más que simple lucha tradicional y pocas veces vencen al mal. Deseducan.
También los atuendos son diferentes: trajes vistosos con lentejuelas y cuellos volados, mallas de mil colores y diseños estrambóticos; máscaras con tecnología para trasminar mejor el sudor, con diseños repujados; muchos utilizan colores oscuros y macabros. ¿Intención?
Son mercadotecnia más que lucha libre; ejercicios gimnásticos al extremo, exhibiéndose, aplicando "camuco" modernizado, dirían los clásicos.
Quise recordar aquellos tiempos y luchas para comparar y confirmar que son solo una muestra de la realidad del presente.
Ahora nos preocupamos por parecer más que ser; buscamos lucir ocultando nuestra realidad física - aún más las bellas damas-; utilizamos un lenguaje deformado por modismos, hasta palabrotas mal pronunciadas -wey, qué pex, son ejemplos-; otras, tomadas del inglés deformado o masticado, porque … es necesario permanecer "in o cool".
Particularmente me sorprenden aquellos que intentan pronunciar el idioma inglés con acento latino, buscando esconder entre los anglicismos su autoestima afectada. Algunos morenos hasta tiñen su pelo de rubio. Nos estamos desculturizado, quedándonos vacíos.
Nuestros politiqueros también están inmiscuidos en el engaño y, siendo de orígenes humildes, ahora gustan de presumir en las redes sociales sus viajes a Europa y que conocen mundo; perversos mostrándose solidarios con el pobre, mintiéndole, afirmando estar a su favor, siempre buscando justificar sus acciones lapidarias, repartiéndoles migajas de dinero; aparentando vestir como ciudadano común y corriente, pero anhelando y/o viviendo en mansiones ubicadas en colonias catalogadas como "fifís"; aún más: comprando condominios en el extranjero, con dineros de origen oscuro, porque: ¿para qué robar si no podemos disfrutar y presumir lo mal habido?
Como en la lucha libre del presente, ya no importan las máscaras; ser malo ya no representa agravio y los arribados al poder viven una desaforada ansiedad por acumular y agredir oponentes; ofender y atacar con saña y abuso de poder a quienes se opongan.
El descaro ya no es tal; ahora se puede todo, hasta nombrar para representarnos en la OMS al "doctor muerte" y finja defender la salud y la vida. El abuso no impide recordar su enemistad con la ahora presidenta durante la epidemia de COVID. ¿Y Adán Augusto?... ¿no sabía?, son el poder con autoridad, protegiéndose entre inmorales públicos. Abusivos.
Hoy, los malos empresarios son protegidos por sus socios de la política y ya no importa "que se sepa", al fin y al cabo el poder está puesto en un solo sartén y la antidemocracia impuesta, impune y descarada. Los delatan por los acordeones electorales... ¿y qué?
No olvide a los encargados de la diversión nacional: televisoras coludidas en el engaño, produciendo programas basura, distrayéndolo y divirtiendo al apodado ofensivamente chairo; empresarios del deporte nacional -futbol, por ejemplo-, lucrando con las ilusiones del aficionado. En La Laguna, hay un claro ejemplo de inmoralidad.
Todos ellos, urdiendo nuevas estrategias de entretenimiento que deja la puerta del descuido abierta, para abusar; es límite que no tienen empacho en traspasar una y otra vez; eso sí, alternaditos. Todos "cuates".
Lo triste y desesperante: la gran mayoría de nosotros estamos disfrutamos las diversiones ideadas para entretenernos, cómodamente sentados en las butacas del confort, pensando irresponsablemente que: "mientras no me toque... ni modo… pobre wey".
Aún es tiempo de despertar y ponernos a recobrar lo perdido, como aquella lucha libre, actuando legalmente y haciéndolo por el bien común, pero también por el propio y de nuestras familias.
¿Cómo la ve?... ¿seguimos atontados?