“ El caballo, cuando nace, estrena su ser caballar. El hombre, cuando nace, no estrena su ser humano”.
La frase es de Ortega y Gasset. Aparentemente críptica, expresa un pensamiento al mismo tiempo sencillo y cargado de significación. En efecto, el caballo que vive hoy es igual a aquellos que vivieron en pasados tiempos: Bucéfalo, el de Alejandro Magno; Incitatus, el de Calígula; Babieca, el del Cid; Rocinante, el de don Quijote; o el Siete Leguas, el caballo que Villa más estimaba y que era en verdad yegua. En cambio ¡cuán diferente es el hombre de hoy comparado con el de épocas pretéritas! Abismales diferencias hay entre nosotros y los humanos que nos precedieron, no solamente los que habitaron en la Edad de Piedra, la antigüedad griega y romana, la Edad Media, el Renacimiento o la Ilustración, sino también nuestros abuelos, y aun nuestros padres. El niño que nace hoy no está solo en su cuna: lo rodean todos los humanos que fueron antes que él. No tiene que escribir la Divina Comedia, pues Dante ya la escribió. No necesita pintar la Gioconda, pues Leonardo la pintó ya. Y, viniendo a días más recientes, no tiene que inventar el fonógrafo o descubrir la penicilina, pues ya Edison lo inventó y la descubrió Fleming. ¿A qué se debe esa acumulación de dones? A la palabra. Si por extraño acontecer a un caballo se le ocurriera una idea no podría comunicarla a los demás, pues no posee ese maravilloso instrumento, la palabra, prodigio extraordinario en el cual ni siquiera pensamos nunca. Entre todos los seres del planeta sólo el hombre posee la palabra. Gracias a ella los logros materiales de una generación pueden trasmitirse a la siguiente, lo mismo que sus pensamientos.
Por estos días la palabra está amenazada en nuestro país. La libertad de expresión corre el riesgo de desaparecer en México. Lo que digo no es hipérbole catastrofista. Recientemente varios ciudadanos han sido humillados y perseguidos por criticar a personajes de la 4T y Morena, todos ellos más que criticables. Iniciativas de ley propuestas por el régimen actual tienden a la supresión de esa valiosa libertad, la de hablar y escribir, con lo cual nos vamos pareciendo cada día más a los gobiernos totalitarios que oprimen a otras naciones latinoamericanas. La censura se está volviendo práctica normal entre quienes detentan el poder, un poder amenazante que cada día hace más absoluto al Estado y más indefensos frente a él a los ciudadanos.
Larga y solemne ha sido esta perorata, que justifico por la necesidad de exponer los excesos de un sistema establecido por López Obrador, sistema al cual la Presidente Sheinbaum está poniendo segundo piso por su actitud aquiescente ante los integrantes de la camarilla que AMLO le heredó. Vuelvo a decirlo: la libertad de expresión en nuestro país está en peligro, y con ella todas las demás garantías individuales. Si este rumbo se mantiene no tardaremos en formar un cuarteto con las tres nefastas dictaduras que son Cuba, Venezuela y Nicaragua. Hetera, mujer matrimoniada, era fácil de cuerpo, como antes se decía. A Pedro, Juan y varios -sobre todo a varios- los recibía en el domicilio conyugal, pues consideraba inmoral y de mal gusto ir a un motel. Los instruía: “Si cuando estés conmigo llega mi marido, métete en el closet. Ahí puse agua y alimentos para cuatro días”. Un señor de edad madura fue a confesarse con el padre Arsilio. Le dijo: “Acúsome, padre, de que anoche le hice dos veces seguidas el amor a mi esposa”. Replicó el sacerdote: “Si lo hiciste con tu esposa eso no es pecado”. “Ya lo sé -repuso el provecto penitente-. Pero a alguien tenía qué contárselo”. FIN.