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De política y cosas peores

ARMANDO CAMORRA

El recién casado despertó por la mañana después de la noche de bodas, y se alarmó al ver que su flamante mujercita estaba llorando congojosamente al pie del lecho. Le preguntó en tono lleno de ternura: “¿Por qué lloras, amor?”. Señaló ella la entrepierna en reposo del muchacho y contestó entre sus lágrimas: “¡Mira! ¡Ya no quedó nada para otras noches!”.

Post nubila Phoebus, decían los latinos. Pasadas las nubes aparece el sol. Equivale a la expresión de uso frecuente según la cual después de la tempestad viene la calma. Tras haber ocupado mi péñola -o sea mi plumadurante varios días en la crónica y crítica de los aconteceres políticos nacionales, internacionales y de puntos intermedios, me he ganado el derecho a mojar hoy mi cálamo -o sea mi pluma- en tintas de más suaves y coloridos tonos. Diré entonces que estos recientes días han sido de gozo para mí. El sábado por la noche asistí en el Teatro de Cámara de Radio Concierto a un estupendo recital de tango a cargo de Paco Ramírez, magnífico cantante, gran actor, acompañado al piano por Javier Muza, pianista que a su talento añade una fina sensibilidad. Preciosa experiencia fue escuchar en la voz y la música de esos dos grandes artistas los tangos que Gardel cada día canta mejor. Luego, el domingo, mis hijos y mis nietos me festejaron por el Día del Padre con una carne asada. Me despaché una ahúja norteña -que no aguja- cuya calidad, suavidad y sabrosura habrían hecho apostatar al más fiel vegetariano. Terminado el ágape entonaron en mi honor las Mañanitas con una ligera variación: en vez de decir “ya los pajarillos cantan” me cantaron “ya los pajarillos fallan”. Sea por Dios. Después, ayer lunes, tuve ocasión de asistir al anuncio del Festival Internacional de las Artes que cada año se lleva a cabo en mi ciudad, Saltillo, con motivo del aniversario de su fundación. Afortunados en extremo somos los saltillenses. No sólo vivimos en la capital de Estado más segura del país, sino también en la más competitiva de México, y en una ciudad, Saltillo, que desde el antepasado siglo ha gozado fama de culta en toda la República. Tenemos un buen Gobernador, Manolo Jiménez Salinas, cuya labor de equipo con el Ejército, la Marina, la Guardia Nacional y las corporaciones policíacas locales es garantía de seguridad para todos los coahuilenses. Tenemos también un excelente alcalde, Javier Díaz González, quien aplica en sus tareas la disciplina y el tesón de un atleta -extraordinario nadador, ha representado a México en dos Olimpiadas-, y que ha puesto especial empeño en impulsar la cultura y el deporte como vehículos de cohesión social. Vivimos, pues, en un entorno ordenado, seguro y tranquilo que nos permite desarrollar nuestras potencialidades y llevar a cabo un festival como éste, a cargo de Leticia Rodarte, sin duda la mejor promotora cultural que en mi ya larga vida he conocido. Intensamente ha trabajado siempre por fortalecer el prestigio cultural de Saltillo. Más de 3 mil artistas mexicanos y extranjeros participarán en esa serie de actividades que durará 12 días, hasta culminar el 25 de julio con el festejo por el 458 aniversario de la fundación de mi amadísima ciudad. Mis cuatro lectores están invitados. Si nos acompañan sabrán que es cierto el lema que puse en una antigua morada saltillera: “Viajero: ésta es tu casa. Todas las casas de Saltillo son tu casa”. Don Poseidón, severo paterfamilias, se molestó al ver que ya era casi medianoche y el novio de su hija no se iba. Desde el segundo piso le preguntó a la chica: “Glafira: ¿todavía está ahí tu novio?”.

“Ya no, papá -respondió ella-. Ahora estamos viendo la televisión”. FIN.

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