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De política y cosas peores

ARMANDO CAMORRA

¿ Acabarán alguna vez los devaneos eróticos de don Chinguetas? Creo que nada sosegará sus rijos. Es casado, pero piensa como Quintiliano: In varietate voluptas. En la variedad está el gusto. Para colmo suele llevar sus daifas al domicilio conyugal, en flagrante oposición del dicho que aconseja no follar fuera de la olla en el pesebre, vale decir en el sitio donde comes, tu casa, o donde sacas para comer, o sea tu trabajo. El pasado viernes la esposa del cachondo señor logró llegar a su departamento pese a los malditos plantones de la CNTE, y sorprendió a su consorte en la recámara con una morenaza de cuerpo venusino y voluptuosidad de hurí. No diré la postura en que se hallaban, pues describirla iría contra las más elementales normas de la moralidad, pero sí consignaré el hecho de que al ver tan explícito espectáculo doña Macalota -así se llama la legítima esposa de Chinguetas- hizo un gesto al mismo tiempo de congoja e iracundia. Antes de que la señora pudiera articular cualquiera de las nueve partes de la oración le dijo el lúbrico tunante: “Adivino tu pensamiento, Macalota. Crees que estoy haciendo algo malo”. Difícil es saber lo que alguien piensa. Por eso no me aventuro a asegurar que seguramente Claudia Sheinbaum se vio obligada por las circunstancias a llevar adelante la nefasta reforma judicial tramada por López Obrador, pero que en el fondo está en desacuerdo con ella. Sólo el dogmatismo ideológico puede hacer que alguien apruebe esa reforma y los desatinados procedimientos mediante los cuales se consumará. Ser dogmático significa renunciar al pensamiento crítico; decir y actuar en automático, sin analizar un hecho ni discurrir acerca de él, sino aceptándolo sólo por venir de quien viene. Los dogmas deberían dejarse para la religión -”Las creencias no se discuten”, decía en su clase de Lógica el sabio profesor don Severiano García-, pero en el resto de los asuntos humanos es una misma cosa el pensar con el ser. En el caso de esta errada y errática elección, la Presidenta se verá obligada a aceptar los manipuleos de su partido para hacerse del control del Poder Judicial, y a mentir acerca de la participación de los ciudadanos en esos complicadísimos comicios, tan artificiosos que son ininteligibles incluso para la inteligencia artificial. Lejos de mí la temeraria idea de afirmar que antes vivíamos en un paraíso judicial, pero me resisto a salir de Guatemala para ir a Guatepeor, a saltar de la sartén para caer al fuego. Después del primero de junio buscaré en el obituario a fin de saber dónde serán velados los restos mortales de la justicia, la democracia y el país.

No conozco sujeto más vanidoso y pagado de sí mismo que Jactancio Elátez. Narcisista, fatuo, ególatra, a su lado Trump es un humilde franciscano. La otra noche estuvo con una musa de la noche en el Motel Kamawa. Al terminar el consabido trance le dijo: “Ya sé que a ti te gustó, linda, pero ¿me gustó a mí?”.

Dicho eso le indicó que podía retirarse. Preguntó la sexoservidora: “¿Y el dinero?”. Respondió Jactancio: “Ahí déjamelo, sobre el buró”. El patrullero de policía vio a un tipo en evidente estado de ebriedad que batallaba para meter la llave en la cerradura de la puerta. Fue hacia él y le preguntó: “¿Ésta es su casa?”. “Claro, mi general -tartajeó el beodo-. Y si me ayuda a entrar se lo demostraré”. Le abrió el gendarme y el temulento señaló: “Mire ese piano. Es mío.

Mire ese televisor. Es mío. Ahora venga conmigo”.

Lo condujo al segundo piso y abrió la puerta de la alcoba: “Mire esa cama. Es mía. Mire a esa señora.

Es mi esposa. Mire al hombre que está acostado junto a ella. Soy yo”. FIN.

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