Carezco de cartas credenciales para compadecer a alguien. Yo soy quien necesita ser compadecido por mis innumerables fallas de pensamiento, palabra, obra y omisión. Soy como el tipo aquel que fue a confesarse. El cura le preguntó: “¿Qué pecados tienes?”. Respondió el individuo: “Quite el de no matar, y anóteme uno en todos los demás”. Aun así me atrevo a compadecer a Claudia Sheinbaum. Casi no pasa día sin que deje de resentir algún efecto de la nefasta herencia que le dejó López Obrador. Los arteros asesinatos cometidos en las personas de la secretaria particular de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, y de su más cercano colaborador, son consecuencia de la errada política del caudillo de la 4T, quien asumió una actitud condescendiente ante la delincuencia organizada, conducta que propició el fortalecimiento de los cárteles de la droga, su dominio en vastas zonas del territorio nacional y el control que ejercen sobre incontables poblaciones. Ahora que tales grupos y sus jefes son objeto de persecución, el asesinato de esos dos servidores públicos, tan próximos a la máxima autoridad de la CDMX, constituye al mismo tiempo venganza y aviso. Ante la escalada de violencia por parte de los maleantes, y su creciente audacia, no hay ya funcionario seguro. Lo sucedido dará nuevo impulso a las acometidas de Trump contra nuestro país, y subirán de tono sus amenazas intervencionistas. La Presidenta de México queda debilitada por este cruento suceso, anuncio de una intensificación en las acciones de los criminales. Se gobernará en un ambiente de temor; y quienes forman parte de la escena pública vivirán en constante desazón, con miedo de ser víctimas, ellos o sus familias, de un atentado como el que se produjo al mismo tiempo que en la cotidiana mañanera se hablaba de seguridad. Existe ya un estado de guerra entre el gobierno de la República y los cárteles de la droga. De crímenes como el de referencia a la instauración de un terrorismo generalizado hay solo un paso. He aquí el principal problema que afronta Claudia Sheinbaum.
En vez de mirar por la economía del país, por la educación o la salud, se ve obligada a fijar su atención en temas policíacos. Por eso me atrevo a expresar un sincero sentimiento de simpatía y comprensión ante la mandataria, heredera de un gobierno fincado en el autoritarismo, la demagogia, la mentira y la palmaria ineptidud. En eso la Presidenta no está sola. Todos los mexicanos sufrimos los efectos del nocivo legado del caudillo que se fue, pero cuya sombra no se ha ido. Melodramática frase esta última, agorero escribidor. Leerla me causó una conmoción en el píloro y regiones adyacentes que me dejó convulso y agitado. Quizás una de tus inanes historietas sirva de lenitivo a esa desazón... El amor erótico posee más variantes que una partida de ajedrez. Los antiguos habitantes de China y la India mostraron en materia de libídine una prodigiosa imaginación, y los frescos de Pompeya prueban sin lugar a dudas que en materia de sensualidad los romanos también tenían lo suyo.
De Julio César, valiente general, se decía que era el marido de todas las mujeres y la mujer de todos los maridos. Advierto, sin embargo, que mis aficiones históricas me apartan de un relato que ni siquiera he comenzado todavía. Helo aquí. El joven Cegarra y su novia Pirulina fueron a pasear por la campiña. Y no sólo a pasear. Ignoro qué estaban haciendo, pero ella le dijo: “Quítate los lentes. Me estás lastimando los muslos”. Instantes después volvió a decirle: “Póntelos de nuevo. Estás besando el césped”. (No le entendí). FIN.