Calificar de lamentable el suceso del “Cuauhtémoc” es lamentable obviedad. El choque del navío contra el puente de Brooklyn devino en tragedia que cobró la vida de dos cadetes en plena juventud, e hirió gravemente a muchos otros. Sin duda alguna el suceso dará mala imagen a México, pues su oficialidad fue incapaz de prever las circunstancias que condujeron a un desastre el cual, juzgarán de seguro los expertos, pudo ser fácilmente evitable si se hubiesen cumplido reglas elementales en la salida de la nave del puerto de donde zarpó para dirigirse a mar abierto. Desde luego no sé absolutamente nada de navegación. Alguna vez compré en la pulga de Port Isabel un libro sobre manejo de veleros, y con solo leer el prólogo me mareé. Debí tomarme una pastilla de Dramamine antes de abrir las páginas de aquel volumen náutico. Lo que sí sé es hacer preguntas, útil mester que aprendí en mis años de reportero, oficio de preguntones. A mi mente vienen entonces cuestionamientos que me atrevo a hacer sin inculpar a nadie. Antes que todo ¿por qué no se hizo que las y los cadetes bajaran inmediatamente de los altos y peligrosos sitios dónde se encontraban? Eso debió ser la primera orden tan pronto se tuvo noticia de la falla en los motores de la nave, falla que impedía su correcta conducción. ¿Por qué se contrató para el servicio del “Cuauhtémoc” un solo remolcador, y además anticuado y sin capacidad para resolver situaciones de emergencia? ¿Influyó en eso el bajo costo del alquiler de ese pequeño remolque, comparado con el más alto pago otros más modernos y potentes, y mayormente maniobrables? ¿Por qué el “Cuauhtémoc” no estaba atado a ese remolcador, que por eso iba a servir sólo para empujarlo? Atado al remolcador, como es usual, ¿no habría podido éste tirar del velero para alejarlo del puente y evitar su colisión con él? ¿Por qué no se tomaron en cuenta las condiciones de marea y viento, condiciones que ineluctablemente llevaron a la nave a estrellar sus mástiles y palos contra el más bajo puente, causando así la muerte de dos cadetes y las heridas graves de una decena más? ¿No es la seguridad de los alumnos de un buque escuela la primera responsabilidad de quien lo dirige? Es fácil adivinar lo que el gobierno de la 4T hará en este caso: echarle tierra; decretar que se trató de un accidente, y punto. Ninguna investigación se hará al respecto por parte de las autoridades mexicanas, y no se fincará responsabilidad alguna a nadie, pues con el Ejército y la Armada lo mejor es andarse con cuidado. Un breve mensaje de condolencia a las familias de los jóvenes cadetes fallecidos; regresar a México a los que sobrevivieron y pagar el costo de la atención médica a los lesionados. Con eso se cumplirá la responsabilidad del Gobierno, y a otra cosa. Ninguna autoridad cuestionará el hecho de que se haya permitido el uso del “Cuauhtémoc” para propaganda morenista, como si el bello barco perteneciera a un partido o régimen político antes que a la Nación, o sea a todos los mexicanos. Hace años, en Acapulco, vi zarpar al “Cuauhtémoc” con los marinos orgullosamente de pie en sus aparejos, la bandera nacional ondeando en lo alto. Sonaba la vibrante música de la marcha “Cadetes de la Naval”, y la gente gritaba y aplaudía con entusiasmo. Eso me llenó de emoción, si no hasta el punto de las lágrimas -tengo difícil el sollozo-, sí al de un sentimiento de profundo orgullo patrio. Quizá el “Cuauhtémoc” volverá a navegar, y nuevas generaciones de futuros marineros escalarán otra vez su velamen. Pero nadie podrá borrar de su bitácora lo sucedido en Brooklyn. No hay quien pueda echar tierra a tanto mar. FIN.