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De política y cosas peores

ARMANDO CAMORRA

La paciente era guapísima. Tenía enhiesto busto, cintura de odalisca y abundoso caderamen.

El médico la auscultó detenidamente -quizá demasiado detenidamente- y tras terminar el exhaustivo examen le comunicó en tono grave: “Siento tener que decirle algo que me pesa mucho, señorita”. “¿Qué, doctor?”, preguntó con temblorosa voz la chica. Le dijo el facultativo: “Ya puede volver a vestirse”. El novio de la hija de doña Jodoncia fue a pedir la mano de la chica. La fiera señora se dirigió al pretendiente: “¿De modo que quiere usted ser mi yerno, joven?”. “La verdad no, señora -repuso con loable franqueza el visitante-, pero si me caso con su hija no veo la manera de evitarlo”. En el Bar Ahúnda los compañeros de mesa de don Fidelino le comunicaron: “Después de tomarnos unas copas vamos a ir con las pintadas”. He ahí uno de los muchos nombres con que las actualmente llamadas sexoservidoras eran designadas antes de que se inventara lo políticamente correcto. “No -rechazó la invitación don Fidelino-. Mi esposa no merece que le haga eso”. Adujo uno de los contlapaches: “A ella no se lo vas a hacer”. El papá de Pepito invitó a su jefe a cenar en su casa. En el curso de la conversación declaró el faceto señor: “No soy hombre de fantasías. Siempre tengo los pies bien plantados en la tierra”. Preguntó Pepito: “¿Y cómo le hace pa’ ponerse los calzones?”. Don Cucoldo regresó a su domicilio más temprano de lo acostumbrado y sorprendió a su esposa en el lecho conyugal en indebido consorcio de libídine con el vecino. A nadie ha de extrañar que lo haya llenado de insultos. Lo menos que le dijo fue “cabrón”, si me es permitido consignar ese dato. El sujeto no respondió a la andanada de diatribas, pero la mujer de don Cucoldo hizo uso de la palabra y le dijo en tono de reproche a su marido: “Cómo eres injusto, Cucú. Él te presta la podadora, el taladro y la sierra eléctrica ¿y tú no puedes prestarle nada?”. Aplaudo, y con ambas manos para mayor efecto, a Claudia Sheinbaum, Presidenta de México, por la enérgica respuesta que dio al orate Trump cuando éste le propuso enviar sus tropas a nuestro país a fin de combatir a los cárteles de la droga. La mandataria le respondió al mismo tiempo con entereza y dignidad. Le dijo que nuestra soberanía es inviolable, lo mismo que el territorio nacional. Aun así, siendo Trump como es, y conociéndolo, no se puede descartar la posibilidad de que lleve a cabo una acción desorbitada. La presencia de un navío yanqui en Veracruz tuvo todo el cariz de una advertencia. El amarilloso simio que ocupa hoy por hoy la Casa Blanca se ve cada día más desquiciado; crece su desesperación al ver la forma en que su popularidad va descendiendo; no se le escapa que muchos de sus antiguos partidarios le están volviendo la espalda. Un golpe espectacular como sería el de atacar en México a los traficantes de la droga le daría un respiro y fortalecería su figura ante los sectores que en su país lo apoyan.

Lejos de mí la temeraria idea de inquietar a la República, pero de los orates y de los pendejos, dicho sea con perdón, se puede esperar todo, y Trump reúne ambas calidades. Mientras tanto hago llegar mi aplauso a la Presidenta Sheinbaum por la decorosa actitud que ha asumido frente a Trump, distinta del lacayuno entreguismo y servilismo que su antecesor mostró ante el prepotente yanqui. Por mi parte hago del conocimiento del Pentágono que ya estoy entrenando a todos los perros del Potrero para que si los soldados gringos pasan por nuestro rancho los acechen cuando vayan a calzonear, y en el momento oportuno les muerdan las nalgas. Después no digan que no se los avisé. FIN.

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