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De política y cosas peores

ARMANDO CAMORRA

Un ángel le contó a otro: “Hubo fiesta en el Cielo para recibir al Papa Francisco. Asistió la jerarquía celestial en pleno: ángeles, arcángeles, principados, potestades, virtudes, dominaciones, tronos, querubines y serafines. Numerosos santos estuvieron presentes, y se pusieron en fila para saludar al Santo Padre. Se puso hasta la Madre Teresa”. “No me extraña -dijo el otro ángel en tono de reproche-.

Esa Teresita siempre se pone así en las fiestas”. Irreverente es el cuento, y de seguro apócrifo, pero me sirve para cobrar ánimos y reprobar la conducta de la Presidenta Sheinbaum en su enfrentamiento con el ex Presidente Zedillo. Mientras éste tiene autoridad moral, en el conflicto citado la sucesora de López Obrador carece por completo de ella, pues representa a un régimen desprestigiado que puso a México en el camino de la dictadura. A falta de argumentos sólidos para rebatir las afirmaciones de Zedillo, la señora ha desatado sus jaurías a fin de que lo persigan junto con su esposa, lo cual es una villanía. Claudia Sheinbaum, intolerable ante la crítica, autoritaria y vengativa al modo de su antecesor, recurre a todo el poder del Estado y acosa inmoralmente a quien en uso de sus derechos de ciudadano manifestó su opinión en torno a las nefastas acciones de la absurdamente llamada 4T. Con su actitud la Presidenta degrada su calidad personal, atenta contra su investidura y se rebaja al nivel de una dictadora que no permite oposición alguna y amenaza y hostiga arteramente a quien se atreve a disentir de ella y de quien la puso donde está. Tiene perdida la batalla, pues todo muestra que la ciudadanía consciente está del lado de Zedillo. Al comportarse en la forma en que lo hace Sheinbaum da inadvertidamente la razón a su crítico, quien afirma que estamos pasando de una joven democracia a una incipiente tiranía. Despótica en este caso es la conducta de la Presidenta. He aquí una evidencia más de que la libertad de expresión en México, al igual que otras libertades, está en grave peligro. La hormiguita y el elefante se casaron. La noche de las bodas le dijo ella: “Practicaremos el sexo seguro, Paqui. Yo siempre me pondré arriba”. El joven Leovigildo soñaba con hallar una mujer que fuera una dama en la sala, una economista en la cocina y una cortesana en la recámara. Desposó a una que le salió una cortesana en la sala, una dama en la cocina y una economista en la recámara. La mamá de Marulico, mancebo en edad de merecer, le preguntó, inquieta: “¿Sales con muchachas buenas, hijo?”.

“Sí, mamá -respondió él-. No tengo dinero para salir con muchachas malas”. Babalucas acudió a la oficina de Desarrollo Urbano y le anunció al encargado su propósito de abrir una casa de mala nota en una antigua mansión sobre una colina en las afueras del pueblo, casona parecida a la de Norman Bates en la película “Psicosis”, de Alfred Hitchcock. Para diseñar esa mansión el famoso director se basó en un cuadro de Edward Hopper, célebre pintor norteamericano que por cierto pasó un tiempo pintando en Saltillo. Una de sus obras, “Cinema Palacio”, en la cual retrató el edificio estilo art déco de ese cine, el de más nota en mi ciudad, se halla en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York. Pero advierto con alarma que mis aficiones de cinéfilo me han apartado del relato. Vuelvo a él. Babalucas declaró que ya tenía hasta el nombre para su casa de mala nota sobre la colina: se llamaría “El monte de Venus”. Le preguntó el funcionario: “¿Y tiene permiso de uso de suelo?”. “No lo necesito -replicó el tonto roque-. Voy a poner camas”. FIN.

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