">

EDITORIAL Columnas Editorial Caricatura editorial

Columnas

De política y cosas peores

ARMANDO CAMORRA

El inolvidable Chaparro Tijerina contaba de la señora que decía a sus invitados en la mesa: “Me disculpan unos momentos, por favor. Voy a mear, y pué que obre”. Eufemismos había para decir tal cosa sin hacer agravio a la urbanidad y buenas maneras preconizadas por el señor Carreño. Se anunciaba, por ejemplo: “Voy a donde el rey va solo”. Esa expresión, dicha por un caballero, divertía y ruborizaba a la vez a las damas. Sucedió que unas monjitas iban por la carretera en el vehículo de la comunidad, y se les acabó la gasolina. Sor Bette se ofreció a ir a la gasolinera más cercana a traer algunos litros del combustible, los suficientes para llegar ahí. Sucedió que el único recipiente que hallaron para el efecto fue la bacinica que en los viajes usaba sor Dina, la más anciana del convento. Fue la reverenda y trajo el combustible. Estaban vaciando en el tanque del vehículo el contenido de la borcelana cuando pasaron otros viajeros. Uno de ellos comentó, admirado: “¡Eso es tener fe!”. En el principio era el Verbo, aunque se enojen las demás partes de la oración. Yo amo las palabras, porque de ellas vivo y en ellas moro. Gusto de leer palabras acerca de las palabras, como las que escribió Adolfo Angelli, que así se llama, si no puse mal el apellido, el autor de un libro con nombre ligeramente cacofónico, pues se titula “En los meandros del lenguaje”. Meandros son las vueltas y revueltas que un río da en su curso. El lenguaje, en efecto, tiene copia de sinuosidades, como lo prueba el hecho de que en una de sus acepciones la palabra “copia” significa abundancia de algo. Diré de una paradoja. Los españoles llaman “tiza” a lo que los mexicanos designamos como “gis”. ¡Y sucede que el vocablo “tiza” proviene del náhuatl, en tanto que el vocablo “gis” viene del latín! Los romanos solían marcar con tiza blanca los días fastos, o sea felices, venturosos. Así marqué yo a este pasado miércoles, pues he aquí que junto con un selecto grupo de nuevoleoneses, sin serlo yo y sin merecerlo, recibí ese día el Trofeo Regio, un regio trofeo que cada año se entrega a quienes con su vida y su obra han hecho algo en bien de Monterrey y Nuevo León. La presea me fue otorgada en el renglón de Periodismo por un Jurado de ciudadanos y ciudadanas de reconocida calidad a quienes encabezaron el doctor Jesús Áncer Rodríguez, ex Rector de la Universidad Autónoma de Nuevo León, y el ingeniero Leopoldo Espinosa Benavides, director del organismo que discierne el galardón. Con motivo del XXV aniversario de la entrega del trofeo, el ingeniero Espinosa pronunció un mensaje no solo elocuente, sino lleno de valiosos conceptos sobre la trascendencia del servicio al prójimo y a la comunidad. Mi presentación la hizo en forma generosa César Garza Villarreal, secretario del Ayuntamiento de Monterrey. Se me pidió que hablara, y el numeroso público que llenó a su máxima capacidad el recinto de la UANL donde se llevó a cabo la ceremonia se puso en pie para aplaudir mis palabras, en las cuales expresé mi gratitud a quienes me consideraron digno de recibir ese trofeo, y a la noble Ciudad de Monterrey, que me ha dado pan para mis hijos y afectos para mi corazón. La vida y el Misterio que la rige no se cansan de llenarme de bendiciones que agradezco siempre, esté donde esté, al término de la jornada y en el amanecer de un día nuevo.

Muchos pecados muy bonitos he cometido a lo largo de los años, pero jamás he incurrido en la fea culpa de la ingratitud. Así, por intermedio del ingeniero Espinosa Benavides digo otra vez a la buena gente de Monterrey y Nuevo León: “Gracias. Muchas gracias”.

FIN

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: De política y cosas peores Columnas Editorial Armando Camorra

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 2380902

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx