
Crecer al lado de un perro no solo brinda compañía y ternura, también fortalece el sistema inmunológico, estimula la empatía y promueve hábitos saludables en la infancia.
Tener un perro en casa puede ser una de las experiencias más valiosas para el desarrollo de los niños. Más allá de ser un amigo fiel, su presencia puede influir positivamente en la salud, las emociones y los hábitos de los más pequeños. Para muchos especialistas, crecer al lado de una mascota es más que un simple vínculo afectivo: es una oportunidad de aprendizaje constante.
Uno de los beneficios menos evidentes, pero más importantes, está relacionado con el sistema inmunológico. De acuerdo con el portal Kivet, la convivencia temprana con perros puede reducir el riesgo de alergias y enfermedades respiratorias, gracias a la exposición a bacterias beneficiosas que fortalecen el microbioma intestinal del bebé. Sin embargo, es fundamental consultar con un médico si el niño tiene antecedentes de alergias o asma.
Por otro lado, tener un perrito en casa puede favorecer el desarrollo emocional. Según el sitio Purina, las mascotas brindan amor, compañía y seguridad, lo que ayuda a los niños a desarrollar empatía, compasión y sentido de responsabilidad desde edades tempranas. Además, fomentan la actividad física diaria, al motivar juegos y paseos que rompen con el sedentarismo.
Aunque en redes sociales abundan las imágenes tiernas de bebés con lomitos, este vínculo no debe tomarse a la ligera. Incluir un perro en la vida familiar requiere compromiso, preparación y respeto mutuo. Cuando se hace bien, es una decisión que puede traer enormes beneficios para todos.