Confieso que sé muy poco sobre el Heavy Metal. Leyendo noticias del mundo me entero de que esta semana falleció Ozzy Osbourne, cantante británico de este género, mejor conocido como "El príncipe de las tinieblas", quien alcanzó fama mundial junto con su grupo "Black Sabbath" en los años setenta. Lo poco que conozco de él es casi de rebote, por notas de espectáculos que habré leído en diversos medios en los últimos cincuenta años, tiempo de duración de su carrera musical, con un intermedio a causa de su profunda adicción a las drogas.
Lo que hallé totalmente fuera de contexto, tanto que me lleva a redactar la presente colaboración, es un par de gestos manifestados por los legisladores de la nación. Primero, una esquela por la muerte del cantante, por parte de la Cámara de Diputados. Circuló en redes a escasas horas de su fallecimiento; inicialmente me hizo pensar que se tratara de una publicación falsa. Pero ya con una segunda expresión en la misma línea, me convencí de la verosimilitud de lo publicado. Esta vez fue por parte del pleno de la Cámara de Senadores, donde se solicitó un minuto de aplausos de pie como homenaje luctuoso a Osbourne.
Por todo lo anterior, podemos concluir que nuestros legisladores son entusiastas aficionados a este género del Heavy Metal, de modo que ambas cámaras se manifestaron por el fallecimiento de Osbourne; sin embargo, no estoy de acuerdo con que los gustos particulares, por más apasionados que sean, merezcan un lugar en la agenda legislativa del Estado Mexicano. En absoluto es un asunto de interés nacional. Y vaya, si tal fuera el caso, de ponernos a dedicar honras fúnebres a todos los famosos que fallecen, habría que incluir en la orden del día a tantos personajes virtuosos: científicos, académicos, músicos, escritores, cineastas y filántropos, entre tantos otros, cuya trayectoria excepcional ha representado enormes avances para la humanidad. Ahora podría ser el turno de Chuck Mangione, la leyenda del jazz de nacionalidad norteamericana, quien murió unos cuantos días después.
Podríamos especular en todos los sentidos respecto a qué hay detrás de estos gestos de nuestros legisladores. Tal vez pretendan distraer la atención de otros asuntos que resultan incómodos, o quizá consideren que han agotado los acuerdos de primer orden en cuanto a legislación, solución de conflictos y asuntos de política exterior, entre otros, y no hallan cómo ocupar su tiempo… Más allá de la causa que generó estas honras fúnebres fuera de lugar, percibo algo muy preocupante: la falta de respeto que nuestros legisladores están demostrando para los asuntos que en verdad impactan a los ciudadanos y en los que esperaríamos verlos trabajando de manera seria y decidida.
Buscando cómo intitular la presente colaboración vino a mi mente el título de la que es quizá la novela más importante del Premio Nobel de Literatura 1954, Ernest Hemingway. En ella, el escritor volcó todo el dolor que venía cargando a raíz de su participación como corresponsal de guerra durante la Guerra Civil Española, en la que también trabajó como facilitador de apoyo humanitario. Cada línea que escribió fue una forma de catarsis de su dolor personal ante la pérdida de vidas que le tocó atestiguar en aquel país.
Uno de los fragmentos más célebres del poema de John Donne que dio nombre a la novela de Hemingway reza así: "La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad, y, por consiguiente, nunca preguntes por quién doblan las campanas: las campanas doblan por ti."
No dudo que algún entusiasta legislador pudiera argumentar, basado en este mismo fragmento del poema, que precisamente por eso emprendieron el homenaje luctuoso al músico británico, porque tanto él como ellos son parte de la humanidad. A lo que yo, con razones por demás poderosas, replicaría que, precisamente esa exaltada sensibilidad que mostraron hacia "El príncipe de las tinieblas", debería ser expresada en primer lugar por los propios: los muertos a causa de la violencia; los desaparecidos; los niños con cáncer; las madres buscadoras, y los migrantes que mueren en su intento por alcanzar una mejor vida para ellos y sus familias. Como quien dice, comencemos por los de casa a expresar nuestra simpatía y solidaridad, y ya luego le seguimos con el resto del mundo.
Por cierto, el Senado pareció terminar agotado de tanto aplaudir, de modo que no dio entrada a dos intervenciones relacionadas con el crimen organizado en Tabasco, algo que, visto por donde se vea, representa un asunto de verdadero interés nacional. Me preocupa imaginar que así se vayan a estar estableciendo las prioridades dentro del Poder Legislativo en lo que resta de su ejercicio.