UN SER HUMANO EXCEPCIONAL
"Cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz."
- Nelson Mandela
Es un hecho innegable que todos vamos a morir. El principio se cumple desde el momento de nuestra concepción y en adelante; para cada uno hay un momento en que la vida, como tal, termina, y es a partir de entonces, cuando abandonamos este plano físico, cuando comienza a descubrirse la obra que una persona labró sobre la estofa del tiempo, y por lo que habremos de recordarlo siempre.
Esta mañana me topé con una triste noticia: el fallecimiento del profesor José Guadalupe Betancourt Flores, gran personaje en la educación media y media superior de Piedras Negras. A mi llegada a esta ciudad tuve la enorme fortuna de tratar de cerca al profesor y a su familia, y puedo decir sin temor a equivocarme que todos ellos son grandes seres humanos, que saben entregar lo mejor de su persona, sin reparar en ningún aspecto para hacerlo. Hoy el profe parte hacia una nueva dimensión. Los que nos quedamos lo hacemos convencidos de que con su vida ha dejado grandes beneficios alrededor de la parcela que le tocó trabajar. Fue un ser humano sabio, generoso, siempre entusiasta, dispuesto a ayudar a todo el que pudiera necesitarlo.
El CBTIS 34 de Piedras Negras, del cual formó parte de la plantilla de maestros y del cuerpo directivo, puso su nombre a la biblioteca del plantel. Esto resulta muy significativo, siendo ese magno espacio el venero a donde los jóvenes preparatorianos van a abrevar conocimientos, como parte medular de su formación.
Pocas son las personas a las que, invariablemente, cuando las recordamos, no podemos menos que esbozar una sonrisa. Ese es el caso del profe Betancourt, cuyo rostro alegre y su absoluta buena disposición lo caracterizaron siempre. Sería una labor titánica tratar de enumerar las ocasiones en que cualquiera de nosotros recibió, no uno sino muchos regalos de su parte: tiempo, atención, interés y empatía. De esos regalos costosísimos que no cualquiera es capaz de brindar.
Ahora viene el tiempo de despedirlo, de darle las gracias por su vida y el amor que dispendió para con todos los que tuvimos en suerte conocerlo y tratarlo. Lo vamos a extrañar de muchas maneras. La familia que ha formado puede estar más que orgullosa de él, y continuar esa obra sagrada que él y su esposa algún día iniciaron, y que ahora ha fructificado de muchas maneras a través de sus descendientes, hombres y mujeres de bien. Qué orgullosos deben sentirse de saber que en la mente y el corazón de cada uno de los alumnos que él tuvo en las aulas hay una fracción del amor que supo imbuir en ellos. De igual manera, amigos, vecinos y compañeros de lides académicas y políticas van a echar de menos al colega animoso y emprendedor que supo vivir en forma auténtica el concepto de una ciudadanía siempre proactiva a favor de los demás.
La integridad es un valor que, por desgracia, cada día se pierde más y más. Nos hemos ido encerrando en nuestra propia esfera individual, y llegamos a ser capaces de faltar a la verdad y a la congruencia de muchas maneras. Para nuestra fortuna, hay figuras como la del profe Betancourt, cuya vida nos proyecta precisamente eso: la integridad del ser humano; la coherencia entre el pensar, el sentir y el actuar, con total honestidad y transparencia, sin dobleces. Podemos afirmar que, aunque él ya no esté, su testimonio como persona recta y honorable perdurará para ejemplo de muchas generaciones más.
Descanse en paz un ser humano excepcional. Sepa, profe querido, que todos nosotros seguiremos adelante sorteando las vicisitudes de la vida inspirados en su ejemplo, con la mejor cara y la mejor actitud, tal y como usted, con su ejemplo cabal de cada día, nos enseñó a hacerlo.
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