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REACCIONAR O RESPONDER

El ser humano es, a tal grado, complejo, que aún hoy en día, con tantos adelantos tecnológicos, no hemos acabado de comprenderlo a cabalidad. A ratos hasta resulta paradójico observar que, en un mundo de incontables avances en neuroimagen, nuestra conducta es bastante primitiva. Actuamos de manera intempestiva y a la primera de cambios, al margen de la reflexión.

Un concepto muy interesante, donde confluyen la filosofía oriental y la psicología positiva en boga hoy en día, es lo relativo a nuestra forma de actuar frente a un estímulo dado. Esto es, en muchas ocasiones, por no decir que, en la mayoría, ante una palabra o un acto de alguien más, solemos reaccionar de manera refleja. En los principios de la civilización, nuestra amígdala cerebral fue entrenada para reaccionar de forma inmediata ante un estímulo del exterior, que habitualmente significaba peligro. Desde el cerebro se disparaba la liberación de cortisol, que ponía al individuo en alerta, listo para prevenir que aquello del exterior pudiera dañar la integridad suya o de su grupo. Pasaron miles de años, pero este mecanismo de respuesta visceral se conservó. Hoy en día no corremos el riesgo de que nos salga al paso un tigre dientes de sable; los riesgos son otros, pero el mecanismo sigue vigente, disparándose cada vez que el exterior nos sorprende con la guardia baja, y simplemente reaccionamos.

La reacción es una forma inmediata de actuar frente a un estímulo del exterior. Lo hacemos de modo reflejo, instintivo, sin mediar mayor reflexión. Suele ser una forma intensa de defendernos de un supuesto ataque del exterior. Es el preludio a una huida frente a una posible agresión. Por su parte, la respuesta es un modo de actuar desde el raciocinio. Se estudia el estímulo del exterior, se busca entender desde dónde está viniendo, qué peligro representa para nosotros, y finalmente se responde. Esta respuesta proviene de un área distinta del cerebro: La corteza prefrontal. La que nos vuelve juiciosos y moderados.

Cuando damos un vistazo a las noticias del día, detectaremos que muchos eventos violentos tienen una base reactiva. Un individuo ataca a otro a la primera de cambios, sin mediar ninguna posibilidad de diálogo previo. Los daños llegan a ser severos, o hasta mortales, y obedecen a ese simple modo de reaccionar instintivo ante eso que se percibe como ataque. Muy lamentable, pero por demás frecuente.

Otro asunto que tiene qué ver con esto mismo es lo relativo a la dispersión de la atención, fenómeno tan común hoy en día. Algunos medios buscan catalogarlo como "déficit de atención", cuando es en realidad una dispersión de la atención debida al uso continuado de pantallas. Son individuos que, desde que amanecen hasta que se duermen, se la pasan con el dispositivo electrónico en la mano, continuamente deslizando el dedo sobre la pantalla, lo que fragmenta su atención. Difícilmente podrán estar concentrados en una tarea, sin recurrir a cada momento a ver las novedades en la pantalla. Esto provoca dos problemas: Ni se enteran a fondo de los contenidos que zapean, ni se concentran debidamente en la tarea que se supone han de desempeñar. Esto, aplicado a conductores de unidades automotrices, da cuenta de un buen número de accidentes de tránsito.

En este último caso, la dispersión de la atención provoca que actuemos de forma refleja, simplemente reaccionando, en lugar de responder de manera racional. Los asuntos generados por este mecanismo se suman a los anteriores, al modo reflejo de reaccionar, desde la amígdala cerebral.

Y vuelvo a la inexplicable paradoja de que, en tiempos de tanta tecnología los humanos actuemos de manera reactiva, más que racional, frente a un estímulo. En el fondo del problema se pone en evidencia que no estamos muy en contacto con nuestro propio mundo interior, por tanto, no conocemos a fondo nuestras potencialidades ni nuestros modos de reaccionar, y simplemente nos dejamos llevar, como haría cualquiera de nuestros ancestros ante la embestida de una fiera salvaje.

¿Reaccionar o responder? ¿Actuar desde el instinto de supervivencia, o desde la mente pensante? Corresponde a cada uno de nosotros aplicarse por conocerse a sí mismo, medir sus capacidades y limitaciones, actuar por mejorar lo que haya que mejorar, y aprender a responder desde nuestra esfera racional. Ante un estímulo que percibimos como potencialmente lesivo, detenernos un momento, respirar, medir el impacto real. Luego pasarlo por el tamiz de la razón a partir de la corteza prefrontal, para así generar una respuesta asertiva que sea de utilidad.

El abanico de nuestra actuación es amplio, entonces: ¿Qué decidimos hacer ante un estímulo del exterior? ¿Actuar de manera primitiva, o utilizando nuestra cabeza?

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