
Consecuencias del desapego sueco
Combatir la dependencia no es mala idea. Suecia, en 1972, lanzó un atrevido manifiesto llamado La familia del futuro con el propósito expreso de liberar a la mujer del hombre, a la gente mayor de sus hijos y a los adolescentes de sus padres. La idea básica era que los vínculos sentimentales no dependieran de necesidades económicas. Ante todo, las relaciones de pareja deberían ser libres, voluntarias e igualitarias.
Medio siglo después, es innegable que los suecos tuvieron enormes avances en esa dirección. El suyo fue un compromiso serio. No escatimaron en recursos ni titubearon en la aplicación de medidas. Al emprender tan atrevido proyecto social, el país ya era rico y lo sigue siendo. Su prosperidad es inocultable, la ciudadanía está convencida de que los impuestos se aprovechan en beneficio de todos, hay confianza en su gobierno. Es un auténtico estado de bienestar. La salud y la educación están tuteladas. El alto nivel de vida conseguido por los suecos les permite dar prioridad a la realización personal y a la autoexpresión.
Sin embargo, tanta preferencia por la autonomía ha provocado que la mitad de la población sueca viva y muera en soledad, y que incluso tarde en ser reportada al fallecer. El gobierno ha tenido que conformar brigadas que recorren regularmente los edificios habitacionales para detectar cadáveres y, en su caso, reportar los decesos a parientes o personas cercanas. Por desgracia, habitualmente se constata que muchos difuntos no tienen deudos.
El desapego es una triste constante en Suecia. Desde hace décadas hay viviendas habitadas por una sola persona y, para colmo, los hogares monoparentales muestran una tendencia al alza. Muchas mujeres optan por ser madres solteras; de hecho, así lo planifican, y para embarazarse acuden a bancos de esperma. Como si fuera un menú, revisan catálogos de donadores y, tras aclarar sus preferencias, reciben en sus hogares paquetes de inseminación artificial con instrucciones detalladas. Han conseguido que su vida afectiva y sexual nada tenga que ver con su maternidad y que no afecte su cómoda independencia. Cuando desean citas eróticas, las hacen en línea, aplicando los filtros de su agrado. Sin duda, predominan las relaciones sin compromiso, lúdicas y meramente ocasionales.
Ha habido reacciones hostiles. Numerosos varones se sienten rechazados y manifiestan un resentimiento decididamente misógino en redes sociales. Abundan los hombres que se identifican con el movimiento incel (acrónimo de involuntary celibate: celibato involuntario) y que repudian todas las reivindicaciones feministas. Por desgracia, algunos han llegado a los delitos sexuales e incluso a cometer feminicidios. Eso ha propiciado que las mujeres se distancien más y que adopten formas de vida aún más autónomas. A diferencia de lo que ocurre en gran parte del planeta, en Suecia las mujeres son más liberales y vanguardistas que los hombres. Algunas hasta parecieran dispuestas a prescindir por completo de ellos.
La tasa de natalidad ha caído. Eso pone en riesgo a la sociedad entera. Si continúa el decremento de la población económicamente activa, colapsará el sistema de pensiones y el estado de bienestar dejaría de ser factible.
Por supuesto, ya se aplican medidas para contrarrestar el desapego pernicioso y promover el cálido contacto humano. Hay campañas para fomentar las reuniones familiares, los grupos de genuinos amigos, las comunidades de vecinos. La Cruz Roja anima el acompañamiento a enfermos y lesionados, la supervisión de ancianos y el cuidado de personas vulnerables. Cada vez hay más talleres y grupos de encuentro que favorecen el contacto visual, las sonrisas y abrazos, la apertura y los diálogos profundos.
En Suecia se manejó una mala idea de independencia. El individualismo ilimitado y el distanciamiento egoísta no son desarrollo humano. El filósofo Zygmunt Bauman acertó al advertir que la cultura líquida moderna es una cultura de desapego, discontinuidad y olvido. A la liquidez de la dependencia esclavizante y de la independencia enajenante hay que oponer la solidez de una sana interdependencia. No hay mejor fundamento.