En el callejón 1. Las posiciones de Trump y de Sheinbaum parecen confluir. Sólo que en sendos callejones sin salida. Al menos, sin salidas airosas para las partes. Por un lado, para que Trump "apruebe" la "suficiencia" del combate mexicano a los cárteles y con ello levante los castigos arancelarios, Sheinbaum tendría que dar pruebas fehacientes de estar "desafiando" el poder criminal asociado, según Trump, al poder político. Ello implicaría llevar a juicio o a la extradición a personajes del grupo gobernante. Pero, por otro lado, Sheinbaum parece ciertamente dispuesta a negociar todo, menos la entrega a la justicia de algunos de los suyos. Un estrecho callejón sin rutas de escape, al menos por ahora.
Los gajes de la mañanera. En ese callejón pareció verse la presidenta en su gira de fin de semana por Sinaloa y Baja California, de fiesta con sus gobernadores en la mira de Estados Unidos. Y así lo exhibió ella misma al bajar su nivel de interlocución pública: ya no con Trump y su staff, sino con Ovidio Guzmán, reclamándole que pruebe los señalamientos que todavía no hace contra personal del régimen, pero que quizás ella conoce o intuye. Y con un abogado de narcos, exigiéndole, la propia presidenta, primero, disculpas por lo que el defensor dijo de los vínculos de palacio y los cárteles. Y luego corrigiéndose con el anuncio de que lo demandará por sus dichos. Son los gajes, cada vez más gravosos, de la mañanera.
En el callejón 2. Tras meses de trajines CDMX / Washington / CDMX del alto funcionariado mexicano, con todo tipo de propuestas, concesiones, argumentos dirigidos a "ablandar" al equipo de Trump en el tema arancelario, la presidenta lleva semanas anunciando la inminencia de un acuerdo "global". No por su alcance planetario, sino por "englobar" en un solo instrumento los temas más delicados de la relación bilateral. Pero, a reserva de que se dé a conocer su contenido, podría darse el caso de que el "acuerdo global" no sólo no sea la fórmula para evitar las decisiones unilaterales de Trump en esta y otras materias, sino que con su firma se estuviera formalizando y perpetuando la actual anomalía de la supeditación de los temas comerciales, específicamente los arancelarios, a la calificación unilateral, discrecional de la Casa Blanca -como ahora- sobre el comportamiento de México en materia de combate a los cárteles y en temas migratorios. En otras palabras, por el "acuerdo global", la exigencia de combatir a los cárteles y a sus asociados en el poder político podría quedar ahora en un instrumento vinculante, de cumplimiento obligatorio para México, sin poder escapar, tampoco en este punto, del callejón sin salida del nuevo, reforzado unilateralismo estadounidense.
Dinámica de la rendición. En esas condiciones, su suscripción no sólo no corregiría la conducta de Trump en las materias incluidas en el acuerdo, sino que podría llegar a entenderse como una rendición al objetivo de la Casa Blanca de liquidar el estatus de integración regional conquistado hace 30 años por México, con Estados Unidos y Canadá, bajo el principio esencial de desarrollar relaciones comerciales libres de imposiciones unilaterales, de barreras ajenas a las normas acordadas y de condicionamientos de orden político, como los que ahora aplica Trump en la región y en el mundo. Sería dejar en el aire -y quizás ése sea el objetivo- el fundamento del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC o TLCAN), en vigor desde 1994, renovado e 2018 en el TMEC.
Guajolote en Navidad. Con humor y precisión, el respetado e influyente columnista Manuel Buendía, asesinado en 1984, solía comparar al funcionario que presumía el honor de suscribir un arreglo trascendente, pero ruinoso, con un guajolote que presumiera el "honor" de haber sido invitado a la cena de Navidad.