
Charles y Ray Eames, diseños en tiempos de guerra y paz
Si se ingresan las palabras “silla Eames” en cualquier buscador en línea, los resultados girarán en torno a un modelo de silla que prácticamente cualquier persona ha visto y, muy seguramente, utilizado en más de una ocasión. Este diseño —y muchos otros que se inspiraron en él— se puede encontrar en los más variados lugares, desde salas de espera y departamentos hasta escuelas y hospitales. Su asiento de polipropileno y patas de madera o metal la hacen accesible para el bolsillo, y su forma ergonómica la hace tanto cómoda como agradable a la vista.
Sin embargo, las aportaciones de los diseñadores de esta célebre pieza de mobiliario, Charles y Ray Eames, van más allá de una silla “buena, bonita y barata”. La pareja contribuyó, desde la década de los cuarenta a los setenta, a dar forma a los espacios y objetos cotidianos que encarnaron la noción de “moderno”: simple, funcional, listo para producirse en masa y con miras a un futuro prometedor, uno de avances tecnológicos que habrían de garantizar una mejor calidad de vida a todas las personas. Esta visión optimista no surgió de forma aislada, sino que estuvo determinada por los anhelos de paz y progreso de la posguerra.
DISEÑO INDUSTRIAL DE LA GUERRA
Charles Eames y Ray Kaiser se conocieron en la Cranbrook Academy of Art, en Michigan, Estados Unidos, a donde ambos llegaron a finales de la década de los treinta. Él era director del programa de diseño industrial y anteriormente había trabajado en proyectos arquitectónicos con Robert Walsh en Missouri; ella estaba en búsqueda de expandir su lenguaje artístico, que había desarrollado como una de las iniciadoras del expresionismo abstracto en Nueva York.
La labor creativa de ambos fue entretejiéndose. En 1940 trabajaron colaborativamente en la fabricación de muebles multifuncionales, muchos de ellos hechos de triplay, un material industrial hasta entonces ignorado en este campo, pero en el que la pareja de diseñadores vio un gran potencial por su flexibilidad, resistencia y bajo costo. Para entonces, Charles ya era reconocido por su enfoque en el diseño biomórfico, es decir, adaptado a las formas del cuerpo humano. Incluso había resultado ganador, junto con su equipo, en el concurso Organic Design in Home Furnishings (Diseño orgánico en el mobiliario del hogar) del Museo de Arte Moderno (MoMA), lo que añadió otra dimensión al uso del triplay en sus proyectos.
Finalmente, en 1941, él y Ray contrajeron matrimonio, luego de lo cual se mudaron a Los Ángeles. Ahí, mientras Charles se ganaba la vida decorando sets en la industria del cine, ambos siguieron trabajando con la también llamada madera contrachapada.
Esos experimentos se vieron impulsados exponencialmente cuando, ese mismo año, la Marina de Estados Unidos los contrató para fabricar férulas para los soldados heridos en batalla, pues la Segunda Guerra Mundial estaba en su apogeo en el viejo continente. Pero no sólo lograron diseñar un modelo exitoso de este artefacto, sino que pudieron mejorar el proceso de producción de objetos de triplay, aumentando significativamente su calidad y posibilidades estéticas.
Después de esto, su colaboración con el ejército estadounidense incluyó otros diseños para el sector médico, como una férula para brazos o una camilla. Además, participaron en el desarrollo de componentes para aeronaves.
Una vez finalizada la guerra, aplicaron los conocimientos adquiridos en un diseño industrial dirigido a la población civil, a la nueva y creciente clase media que buscaba construir un nuevo hogar que reflejara el “sueño americano”. Las piezas de los Eames, al ser tremendamente funcionales y con una estética escultórica bastante atractiva, eran ideales para cubrir esos anhelos de modernidad.
ARQUITECTURA DE LA POSGUERRA
A pesar de que Estados Unidos había resultado el máximo ganador de la Segunda Guerra Mundial —su territorio estaba intacto, a diferencia de los demás países Aliados invadidos por la Alemania nazi—, no estuvo excento de obstáculos para retomar la vida después del conflicto armado.
Uno de esos retos fue la escasez de ciertos artículos cuya cadena de producción se había alterado durante la guerra, entre ellos los materiales de construcción. Pero con la llegada de miles de veteranos que habían combatido en Europa, era necesario desarrollar soluciones para cubrir la creciente demanda de vivienda en el país.
En este contexto, la Vivienda Caso de Estudio #8, mejor conocida como Casa Eames, se convirtió en un ícono de la arquitectura residencial de la posguerra, al aprovechar al máximo y de una forma innovadora los recursos disponibles en ese momento.
El diseño surgió como parte de una convocatoria de la revista California Arts and Architecture, y fue construido en 1951 en el barrio Pacific Palisades de Los Ángeles, donde se estableció la pareja de creativos.
La estructura de esta vivienda, Monumento Histórico Nacional desde 2006, está hecha de materiales industriales que nunca antes se habían utilizado en el sector residencial, por ejemplo, las piezas estandarizadas que conforman su esqueleto. Se trata de vigas de acero que ya se producían en masa y que fueron ensambladas, tal cual salieron de la fábrica, para sostener el hogar de los Eames.
La fachada también está compuesta de partes prefabricadas: paneles de cristal que se elevan, uno sobre otro, desde el suelo hasta el techo y que permiten la entrada de luz natural al interior. La planta alta, además, presenta un juego de colores neutros y brillantes cuyo contraste da un carácter vanguardista, pero acogedor, a la construcción.
Dos edificios constituyen la residencia, uno destinado para trabajar y otro para habitar. Sin embargo, están conectados a través de una terraza, lo que refleja la filosofía de los Eames: la vida privada estaba directamente vinculada con su labor profesional a través del juego y la creatividad. Los espacios dentro de estos dos bloques son modulares, es decir, pueden cambiar su disposición según las necesidades de quien los habita.
Gracias a la utilización de materiales industriales y piezas prefabricadas, el costo de la vivienda, según el propio Charles, fue de un dólar por pie cuadrado, es decir, 12 veces menos que las construcciones tradicionales de la época. Además, la casa entera fue montada en tan solo 90 horas, revelando un diseño altamente eficiente y práctico, además de bello y funcional.
De este modo, la residencia Eames se convirtió en precursora de un modelo de construcción que hoy ha adquirido más relevancia que nunca en un mundo donde el acceso a la vivienda se vuelve cada vez más complicado: el de las casas prefabricadas, una opción accesible de hogar que supera, por mucho, a los diminutos departamentos inhumanos que proliferan en tantos países.
SUEÑOS FUTURISTAS DE LA GUERRA FRÍA
Como mentes creativas que eran, los Eames no se limitaron al diseño del hogar, sino que a partir de la década de los cincuenta se enfocaron en explorar los medios audiovisuales. El contenido de sus piezas está fuertemente entrelazado con los avances tecnológicos y los ideales de la Guerra Fría.
Su cortometraje documental Powers of Ten (1968), por ejemplo, busca poner en perspectiva las escalas relativas de la Tierra, claramente inspirado por la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Comienza con una pareja tomando un picnic, pero luego hace un zoom out en potencias de diez para mostrar la vastedad del Universo. Después regresa a la escala humana para finalmente adentrarse en el mundo microscópico. Este documento audiovisual, como tantos otros que generaron, no hubiera sido posible sin la tecnología desarrollada durante y después de la Segunda Guerra Mundial, nacida con fines militares, pero luego democratizada para beneficio de una mayor parte de la población.
Todo esto habla de la capacidad de los Eames para mantenerse a la vanguardia en un mundo cambiante, apelando a las esperanzas de una población que había pasado por la peor guerra de la historia moderna. Si sus diseños no han envejecido es porque los crearon con miras a futuro, aunque tal vez nuestro presente no es ese futuro utópico que imaginaron.