
'Ceremonia', una oda cinematográfica a la música y protagonizada por Johanna Murillo
El director tapatío Dan Chávez ha convertido la pantalla grande en una partitura. Los fotogramas de Ceremonia (2025), su ópera prima estrenada recientemente en la cuadragésima edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), dentro de la sección Hecho en Jalisco, componen una obra en cuatro movimientos que aborda las temáticas sobre el éxito y los celos en el mundo de la música, desde una mirada existencialista.
Tras dirigir el documental María, la diva eterna (2023) y el cortometraje El grifo (2016), Chávez ha elegido a la actriz Johanna Murillo para encarnar a María Valenzuela, la directora titular de la Orquesta de Guadalajara, quien se embarca en una búsqueda profunda de significado. Ante ella aparece Juventino Robles (Fernando Cattori), la joven promesa de la dirección musical en México, quien le hará cuestionarse toda una serie de aspectos, como una distorsión que irrumpe en la armonía.
Asimismo, el director ha retratado locaciones significativas para su infancia: el Teatro Degollado, casonas de las colonias Seattle y Chapalita en Guadalajara, además de los verdes paisajes de Mascota, Jalisco. Para el creador cinematográfico, estrenar su película en la tierra que lo vio nacer significa también el cierre de un ciclo.
PROTAGONIZAR NOTAS Y SILENCIOS
Johanna Murillo tiene una lectura personal de Ceremonia. Las inseguridades de María Valenzuela le instaron a mirar hacia sus propias dudas y fragilidades, como una construcción en retrospectiva. Así lo compartió en entrevista exclusiva para El Siglo de Torreón, horas antes de que la ceremonia de clausura del FICG iniciara en el Conjunto Santander de Artes Escénicas.
“Mucho de lo que me ayudó a construir la inseguridad de este personaje, fue la inseguridad que durante muchos cargué en mi propia carrera, justamente por no venir de una escuela formal de actuación. Era algo que hace muchos años me causaba una gran inseguridad; sentía que no tenía las credenciales para ser actriz. Por suerte ya se me quitó, pero sentía un poco lo mismo al meterme al mundo musical, al mundo de al dirección de orquesta. Y dije perfecto: este es el sentimiento que tiene el personaje”.
Recordada por su participación en películas como Las niñas bien (2018) o La dictadura perfecta (2014), Johanna Murillo se ha esforzado en sumo grado para su primer protagónico: durante más de un año tomó clases de piano y de dirección de orquesta. Lo hacía por tres o cuatro horas al día. Así pudo leer partituras, conocer a los grandes compositores, entender sus piezas, empaparse del lenguaje musical. El proceso, confiesa, fue intenso y demandante.
“Fue de los regalos más grandes que me han tocado, porque fui alumna en un momento de mi vida donde ya puedo gozar ser alumna, donde este fantasma del pasado en que soy mala alumna y no sirvo para la escuela… hice las pases con ello y ahora tengo esta avidez y deseo de ser estudiante de nuevo. Aprender es algo que nos nutre y nos amplifica la experiencia humana”.
Murillo habla de cómo María percibe la definición del éxito en su crisis personal, pero también de cómo ella misma ha modificado esa percepción. Si antes alguna vez se preocupó por loas, críticas y reflectores, hoy entiende que el triunfo artístico va más allá de todo eso.
“El éxito se puede definir de diferentes maneras. Y para mí, ahora el éxito está muy alejado de todo eso y tiene que ver con tener una experiencia más amplia en lo que me tocará en esta vida, una experiencia más amplia como persona: poder disfrutar, conocer y constantemente sacarme de mis ideas fijas, creo que eso es éxito. Tener a la gente que quiero cerca, que me confronte cuando no esté bien y que me contenga cuando lo necesite, creo que eso es éxito. También creo que es éxito poder dedicarme a lo que me apasiona, explorar y estirar la liga de mi pasión, de mi oficio”.
Resalta la mente de los músicos, poblada de matemáticas y pensamientos estructurados. Se dirige a ellos en un tono de admiración, pero no pasa por alto la poca oportunidad que históricamente han tenido las mujeres para dirigir una orquesta o protagonizar en el escenario a través de un instrumento.
“Todavía hay territorios sumamente masculinos. El esfuerzo para que ese espacio pueda abrirse a más mujeres sigue siendo una lucha. Por más que sea algo que llevamos escuchando un rato, necesitamos seguir empujando eso, porque todavía no está pareja la cosa”.