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Bronce sangriento

La alcaldía Cuauhtémoc decidió retirar el denominado Monumento Encuentro, integrado por las estatuas de Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara, ubicado en el Jardín Tabacalera, tras detectar irregularidades en su instalación.

Bronce sangriento

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DR. ENRIQUE SADA SANDOVAL

Una de las premisas básicas de los regímenes totalitarios en la historia moderna del mundo es la apología del crimen. Esto conlleva, de un modo u otro, el constante intento de entronizar en la memoria colectiva del pueblo —al cual se pretende tiranizar a perpetuidad— los nombres de quienes se vendieron como redentores políticos y hasta como reivindicadores de las causas sociales más justas y urgentes, pero que, una vez en el poder, terminarían quitándose la máscara para mostrarse como auténticos opresores, peores incluso que aquel mal que se proponían erradicar —sólo desde el discurso— mientras no gobernaban.

En el caso mexicano, la historia académica se ha encargado de desentrañar y permitir tanto la exhibición como el cuestionamiento profundo en torno a la galería de falsos próceres con los que el imaginario público ha sido contaminado desde la más tierna infancia, ya fuera a través del dedazo presidencial y el calendario de la SEP o mediante la impostura de hemiciclos, monumentos y grandes avenidas dedicadas a personajes que en países libres y desarrollados no encontrarían lugar para ser exhibidos más que en las alcantarillas.

Esto ha pasado con los falsos héroes de la Reforma y la Revolución Mexicana, quienes sólo desde el poder pudieron ser celebrados ante lo ilógico que sería, para cualquier ciudadano pensante o decente, ensalzarles por sus obras.

Otro tanto sucedió también bajo la Cortina de Hierro hasta que, tras la caída del Muro de Berlín, todas las estatuas erigidas en bronce o mármol en honor a tiranos y genocidas como Lenin, Stalin y similares no lograron ocupar otro sitio más que el del basurero de la historia. De manera análoga, lo mismo ocurrió en la Ciudad de México cuando la alcaldía Cuauhtémoc decidió retirar el denominado Monumento Encuentro, integrado por las estatuas de Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara, ubicado en el Jardín Tabacalera, tras detectar irregularidades en su instalación. Además, durante años se habían acumulado múltiples quejas por parte de los vecinos de dicha demarcación a causa del disgusto que les provocaba el hecho de que, con recursos públicos, se hubiera honrado contra su voluntad al tirano y al carnicero responsables de lo que en su momento dejó de ser un país libre para convertirse en un campo de concentración, como lo es Cuba desde 1959.

La iniciativa y el mal gusto de erigirle bronces a los liberticidas Castro y Guevara fue obra del zacatecano Ricardo Monreal, quien, como jefe delegacional, ya sea por ignorancia histórica o por compartir la misma ideología empobrecedora y criminal que dichos personajes —a los que hasta los propios vecinos denostaban como “asesinos y homófobos”—, tuvo esta ocurrencia y la impuso sin contar siquiera con la autorización del Comité de Monumentos y Obras Artísticas en Espacios Públicos de la Ciudad de México (COMAEP), gastando así dinero del erario en algo que no sólo nadie había pedido —como sí han sido constantes las demandas de mayor seguridad y remozamiento de los espacios públicos en este sector—, sino que incluso llegó a ser objeto de ataques y actos vandálicos por el oprobio que todavía generan en la memoria reciente las acciones de estos dos personajes siniestros de la historia del siglo XX.

Lo increíble es que una vez que fue ordenado el retiro de ambas estatuas, de la nada y a los tres días apareció una manifestación pública de representación minoritaria —de menos de 100 personas— protestando por el retiro de dicho monumento y exigiendo su reinstalación en el mismo sitio. Cabe señalar que esta protesta en realidad no fue un acto espontáneo de apoyo, sino un acto montado por quienes trabajan para la embajada de Cuba en México; esto es, por cubanos que, a diferencia de sus paisanos presos en la isla, sí comen tres veces al día.

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Escrito en: cuba Fidel Castro Ernesto Che Guevara

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