Centrada la atención en la embarazosa asistencia de Adán Augusto López Hernández a un consejo nacional de Morena, insuficiente observación fue puesta en la principal ausencia, no la del coordinador de los diputados guinda, Ricardo Monreal, sino en la de Andrés Manuel López Beltrán, llamado Andy, quien ocupa la tercera cartera en importancia en el comité de dirección nacional del partido en el poder, aunque en los hechos había fungido hasta semanas atrás como un virtual segundo de a bordo, difuminando a la formal secretaria general, Carolina Rangel Gracida, y, con frecuencia, actuando con aires de autonomía y de liderazgo personalísimo, heráldico.
La inasistencia de López Beltrán tiene un recio significado, cuando menos en dos sentidos: primero, porque él mismo se ha proclamado como una especie de heredero del legado político, ideológico y organizativo de su padre, el creador de Morena, de tal manera que en otros actos partidistas ha ocupado un notable lugar protagónico, por concentrar un poder "de marca" en el aparato guinda y por el número de posiciones en la estructura gubernamental que se le atribuyen como gestor y manejador.
En segundo término, dicha inasistencia se produjo justamente el día en que serían acotadas las muy holgadas atribuciones de recaudación de personajes reprobables en que ha participado Andy (así se le ha mencionado durante largos años, sin protesta alguna del beneficiario de tal hipocorístico hasta que ha considerado que no le ayuda en términos de posicionamiento político).
Hasta unas semanas atrás, Andy había recorrido el país para ejercer una estratégica función, la de afiliar, reafiliar y encuadrar en la estructura morenista a quienes él consideraba adecuados. En esa discrecional tarea pudo entregar credenciales guinda a personajes que generaron reacciones de rechazo; por ejemplo, la de Luis Enrique Benítez, un expresidente del PRI en el estado de Durango que, con 40 años de militancia, y expresiones de insulto contra la ahora presidenta Sheinbaum, amaneció tricolor y en pocas horas más ya tenía su credencial de morenista.
Otro ejemplo de esas decisiones borrascosas lo había dado el propio Adán Augusto López Hernández, quien fungió como concertador del paso del clan Yunes a Morena a cambio del voto de uno de ellos a favor de la reforma judicial (aunque a fin de cuentas se le haya negado a Miguel Ángel Yunes Márquez la credencial, pero se le mantuvieron cargos legislativos, familiares opciones electorales a futuro y, sobre todo, impunidad).
Alfonso Durazo, presidente del consejo nacional de Morena, señaló que la comisión de admisiones se crearía a fin de "evitar que el partido se convierta en puerta giratoria para el oportunismo". Mientras el vocero de los diputados federales, Arturo Ávila, mencionó específicamente los casos de Yunes y de Benítez que, desde luego, no son los únicos. Eso sí: la decisión del consejo nacional fue preservar los registros ya otorgados, sin aplicar una retroactividad que podría ser impugnada en tribunales pero que, de haberse expresado oficialmente, no habría salvado, a los destinatarios, de la correspondiente sanción política, de la inviabilidad práctica.
A fin de cuentas, ¿la ausencia del guardián del legado obradorista significó una forma de distanciamiento o rechazo del manejo político claudista, en particular por cuanto al "tío" de uno, y "hermano" de otro, Adán Augusto López Hernández?, ¿la inasistencia fue una forma de protesta por el recorte de facultades que significa la creada comisión de elecciones?, ¿hay otras razones, incluso de índole indagatoria externa, que han motivado el prolongado retiro del foro público del emblemático secretario de organización, hasta hace poco sumamente activo? ¡Hasta mañana, con el tema de los vuelos de carga y el AIFA en la más reciente arremetida de Trump contra el proceso 4T!