La cacareada reforma electoral recién anunciada por la presidenta Claudia Sheinbaum arrancó con el pie izquierdo.
Los objetivos de la misma parecen positivos, entre ellos reducir los costos de las elecciones, recortar privilegios y fortalecer la cercanía de la representación política.
Sin embargo, el "cómo" llevar a cabo estos planes no están muy claros y de entrada el proyecto de reforma ha levantado demasiadas suspicacias y desconfianza.
En los últimos cincuenta años se han realizado 8 reforma electorales en México de gran calado, la mayoría de ellas han sido motivadas por los partidos de oposición para ensanchar los cauces de la democracia.
Una de las más emblemáticas fue la de 1977 cuando el PRI hegemónico abrió el sistema político a la oposición con el registro de nuevos partidos y la introducción del principio de la representación proporcional.
En la reforma de 1989-90 se creó el Instituto Federal Electoral y el Tribunal Federal Electoral mientras que en la de 1993 se fortaleció la equidad en campañas y se reguló el financiamiento público y privado de los partidos.
Pero fue la reforma de 1996 la más trascendental para la vida democrática mexicana toda vez que convirtió al IFE en un órgano ciudadano sin control del gobierno, fortaleció la autonomía electoral y creó el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
La del 2007-08 redujo la duración de las campañas y endureció las sanciones contra los delitos electorales mientras que la reforma del 2014 cambió el IFE por el Instituto Nacional Electoral, aprobó la reelección para los legisladores y las candidaturas independientes además de la paridad de género.
La última reforma del 2023-24 fue prácticamente un desastre porque algunas de sus partes fueron declaradas inconstitucionales por la Suprema Corte y su ambicioso "plan C" no fue aprobado por el Congreso. No obstante, logró reducir la estructura y el gasto del INE.
Para la novena reforma la presidenta Claudia Sheinbaum designó a siete funcionarios federales -todos ellos cercanos a Morena-para redactar el proyecto que en su momento deberá ser aprobado por las dos terceras partes de las cámaras legislativas.
La comisión presidencial será encabezada por el veterano político de izquierda Pablo Gómez, quien dejó el cargo de director de la Unidad de Inteligencia Financiera que ocupó desde el sexenio de Andrés Manuel López Obrador.
Gómez es un reconocido activista que conoce perfectamente como la izquierda mexicana pasó del ostracismo y la lucha a tomar el poder del país en diciembre del 2018.
Queda la gran duda de si esta reforma abrirá nuevos cauces a la democracia o por el contrario intentará fortalecer el poder y la permanencia del partido Morena.
Por lo pronto extraña que en la comisión presidencial no se incluyeron políticos e ideólogos independientes e incluso de oposición que sin duda darían una mayor credibilidad y rumbo a la futura reforma electoral.
Hay dos temas controversiales en esta reforma: la reducción de los financiamientos a los partidos que sin duda son elevados y ocasionan dispendio, pero que afectará con más fuerza a los partidos minoritarios y a en especial a los más pequeños.
El segundo es la desaparición de plurinominales, un sistema donde los partidos han abusado por años para colocar a sus líderes, pero que podría dejar vacíos claves.
Lo conducente sería que los candidatos plurinominales también sean votados por los ciudadanos y se elijan de acuerdo a porcentajes de representación proporcional.
Eliminar la reelección inmediata es otra medida polémica, quizás lo mejor sería limitar a tres períodos de por vida a los diputados federales y a dos a los senadores, excluyendo en ambos casos a los plurinominales.
Otro punto negativo de la reforma es que no alcanzará a implantarse en las elecciones del 2027 sino hasta el 2030.
Entre lo positivo tenemos que Pablo Gómez aseguró que se analizará la eliminación del fuero constitucional para los funcionarios electos además de la implantación de elecciones primarias para algunos puestos públicos.
Veremos pronto si el proceso de la reforma electoral toma buen camino o se convierte en una mera vacilada del régimen morenista.
UN SANTO EN VIDA…
A sus cien años recién cumplidos, falleció el sacerdote Emilio Palafox Marqués en Hermosillo, Sonora, dejando profunda huella por su entrega, fidelidad y pasión a su trabajo apostólico. Acercó a cientos de almas a Dios gracias a su carisma, a su fe inquebrantable y a su evidente santidad. De origen español y miembro del Opus Dei, don Emilio llegó a México en 1952 para radicar en la capital azteca y después en Culiacán. En 1977 arribó a Hermosillo donde sirvió por casi 50 años. Descanse en paz.