Aquellos que gustan de leer e investigar, con el claro ánimo de saber más que la gente común y de conseguir información de temas que palpitan en su curiosidad, deben consultar la obra del escritor uruguayo Eduardo Galeano (1940-2015), que fue siempre fiel al Nacional de Montevideo, el famoso cuadro que rivaliza en lo deportivo y en los niveles de popularidad con el cuadro aurinegro del Peñarol y dejó frases que enriquecen el ambiente futbolero del mundo. Una de ellas, quizá la más famosa y celebrada dice: “El futbol es la única religión que no tiene ateos”.
La sensibilidad de Galeano compite con la agudeza visual de su paisano, el poeta y periodista Mario Benedetti (1940-2009).
Ambos entraron a dejar notas y frases en torno al futbol que enamoran por su romanticismo y por la clase que manejan. No es necesario estar sobrado de sensibilidad para entender detalles de Galeano con esta que lo hizo famoso: “Se puede cambiar de pareja, de religión, de partido político, pero nunca de equipo”.
¿Estaba en lo cierto?.
Los niños de San Isidro, ahora veteranos y abuelos, viven creando metas alrededor de los recuerdos, por más que te digan que el tiempo se vuelve un paisaje extenso, libre de tiranos. En realidad, somos una tropa de comunes atravesada por fantasmas. De niños éramos ilusiones al viento que sentían que sus jugadores en segunda división, estaban para ganarle al Real Madrid.
Cerca de la cancha, el tropel de los jugadores se escuchaba tras la reja. Parecían los caballos de Ben-Hur y conocíamos a todos: Jaime y Enrique Yassín, Gringa Vega, Ramón Romero, Simón Gómez, Agustín Fernández, Luis Vázquez, Lalo Castro, Perico Borrego, Esteban Méndez y el favorito, Luis “Gato” Gómez, un lateral derecho adelantado a su tiempo. Más adelante fueron llegando otros muchachos y en 1968 se fue a primera, inundando de júbilo la región. Jesús Ramírez, Rubén Villalpando, Pedro Salinas, Celedonio Mora, Rodolfo Alvarez, Bulmaro Garcidueñas, Coyota Fernández, Raúl Herrera, Pato Villarreal. Claro, hubo muchos otros, como aquél moreno Raúl Saucedo, que le pegaba a la pelota como un Dios.
Ese Laguna puso a la región en el mapa.
En el trance sin futbol, todo mundo parecía avejentarse hasta que Pepe Díaz Couder hizo los trámtes para hacer el Santos IMSS. Fuimos viajando desde Puma Rodríguez hasta Jared Borgetti, porque pasaron un regimiento de jugadores y eventos que nos dieron oportunidad de la recuperación semanal de la infancia. Porque Santos Laguna es el amor a la tierra y la herencia.
Como dice Galeano, se puede cambiar de todo, menos de equipo. Porque además, y todos lo sabemos de sobra, el futbol no es sólo un juego, es una forma de entender la vida. Es claro que uno quisiera felicidad para su gente, pero se viven tiempos aciagos, su rendimiento está lejos de su historial y experimenta con ese joven hispano Rodríguez que no recompone a tiempo, que hace cambios tardíos y encima su plantel, salvo dos o tres, nos muestran un bajo nivel de calidad.
El mejor patrimonio de Santos es su gente, porque su modelo de negocio le dieron millonadas y le cortaron las alas al equipo. El futbol nos ha hecho entender la vida, porque nos dio de todo, y quizá en el fondo, habrá que creer que somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.