Adefesio es una palabra fea. No solo por su sonoridad áspera, sino porque designa precisamente eso: lo feo, lo grotesco, lo ridículo. Según el Diccionario de la Real Academia Española, se trata de una "persona o cosa ridícula, extravagante o muy fea", y también de un "despropósito, disparate, extravagancia". Es decir, el término se aplica tanto a personas como a objetos, e incluso a frases que desafían el buen gusto o el sentido común.
Pero ¿qué es exactamente un adefesio? ¿Cómo se reconoce? ¿Dónde se esconde? Lo cierto es que no hay un catálogo oficial de adefesios. Se trata más bien de una categoría estética y emocional: algo que nos repele, que nos parece discordante con nuestras expectativas o valores. Un adefesio es aquello que reúne lo grotesco, lo ridículo y lo horrible en una sola entidad. Y si bien es difícil imaginar tener uno entre las manos -porque la repulsión suele alejarnos-, todos hemos pronunciado la palabra alguna vez, con cierto desdén o desconcierto.
Curiosamente, aunque Adefesio es gramaticalmente masculino, se aplica sin distinción de género. Una puerta mal hecha, con la pintura desgastada y que no cumple su función de cerrar, proteger o siquiera parecer digna de su nombre, puede ser calificada como un adefesio, aunque Puerta sea palabra femenina. No decimos "una adefesia" -término que, por cierto, sería en sí mismo un adefesio lingüístico- porque el sustantivo se mantiene invariable, indiferente al género gramatical o al sexo biológico del objeto o sujeto al que se refiere.
La parte inferior de un automóvil, por ejemplo, con sus tubos retorcidos y su grasa acumulada, es un adefesio evidente. Nadie la contempla por razones estéticas, salvo quizá algún mecánico con vocación de escultor industrial.
Pero lo más fascinante de esta palabra no es su uso, sino su origen. Y aquí comienza el verdadero disparate. La mayoría de los filólogos coinciden en que Adefesio proviene de la expresión latina Ad Ephesios, es decir, A los efesios, título de una epístola escrita por san Pablo a los habitantes de Éfeso, ciudad de Asia Menor. Según una versión popular -aunque de autor incierto-, los efesios eran considerados extravagantes, grotescos y chuscos, y san Pablo dirigió su epístola a estos extraños miembros de la comunidad cristiana asentada en Éfeso, de ahí la relación de la palabra con la epístola. También dicen que la carta contenía pasajes que, para algunos, rozaban el absurdo. Pero no todo queda ahí, pues el libro de Los Hechos de los Apóstoles narra que, durante su estancia en Éfeso, el Apóstol de los Gentiles enfrentó serios peligros, incluso estuvo a punto de ser linchado por una turba incitada por los comerciantes y sacerdotes que vivían del culto a Diana (Artemisa). De ahí, dicen que, si juntamos todas las circunstancias referidas en el presente párrafo, Adefesio pasó a significar disparate, adorno ridículo o persona muy fea.
Existe, además, una versión más literaria -y menos verificable- atribuida a Miguel de Unamuno. El filósofo y poeta, crítico del machismo imperante en su época, habría calificado como adefesio a la Epístola a los efesios por sus dichos patriarcales, que exhortan a las mujeres a someterse a sus maridos y a los esclavos a obedecer a sus amos, no por vigilancia, sino por temor al Señor. Según esta historia, Unamuno habría usado el término como una forma de protesta contra lo que consideraba una visión retrógrada e incompatible con los valores democráticos. No hay fuente confiable que respalde esta anécdota, pero no por ello deja de ser divertida.
En cualquier caso, Adefesio parece derivar -con más o menos fantasía- de la carta paulina Ad Ephesios, escrita hacia el año 60 de nuestra era. Y aunque ignoramos con certeza el momento exacto en que el término se deslizó del respetabilísimo ámbito teológico al terreno de lo grotesco y lo horroroso, podemos afirmar sin temor que su sonoridad y su historia lo convierten en una joya del lenguaje: un vocablo que, como su significado, desafía la armonía y se regodea en la fealdad.
Ha de perdonar el amable lector que, para explicarle el significado y el origen de esta palabra, no pude escribir sino un verdadero y completo adefesio debido a mi torpeza en la técnica de redacción, mi cacumen no da para más.