Vivimos tiempos difíciles, oscuros y complejos que nos ponen a un paso de nuestra extinción. Las pandemias, que se inauguraron con la del COVID 19 provocada por el coronavirus SARS-CoV-2 con una clara orientación hacia un sector de la población humana: el de los más viejos. Todo esto ocurre en un momento en el que la extinción de especies silvestres ocurre tan vertiginosamente que ya se le ha denominado la sexta extinción y todo parece indicar que los humanos nos encontramos entre las especies amenazadas. Ahora mismo la amenaza nuclear está desafortunadamente, más cerca de lo que jamás estuvo y para colmo, se conoce que el arsenal nuclear de todos los países es suficiente para desaparecer varios planetas tierra.
La tercera amenaza en la que todos estamos inmersos es la llegada del cambio climático, más duro y devastador de lo que los científicos anticiparon. Ahora mismo, sufrimos una sequía extrema que ya hizo estragos en la agricultura regional y puso por primera vez en jaque a lo que será nuestra única fuente de agua por un tiempo: El proyecto Agua Saludable. Por eso el primer reto ambiental es detener la sobreexplotación del agua subterránea y volver a tener un acuífero sano con la cantidad de agua suficiente para dotar a la sociedad lagunera de resiliencia y capacidad de adaptación a los extremos climáticos del Cambio Climático.
Este tema del agua nos conduce al infierno ambiental de la Comarca Lagunera, llamada así por ser una zona de emergencia sanitaria y ambiental, y que como ya lo hemos señalado aquí nos abre la puerta infierno regional y ver sus componentes como retos ambientales: completamos el problema de la sobreexplotación del agua con el elevado contenido de sales de arsénico y flúor que ya han ocasionado problemas de salud graves en la población rural y urbana, aunque de acuerdo con los últimos muestreos de orina en personas vulnerables continúa siendo mayor el problema en el área rural.
La contaminación del aire ya es un problema muy grave: las micro y nano partículas que respiramos son aglomeraciones de metales pesados y metaloides que provienen principalmente de la industria fundidora de metales y de los vehículos automotores. Agua y aire producen en las personas diversas enfermedades que incluyen a las más graves como son diferentes tipos de cáncer. Que por desgracia no se les puede dar seguimiento desde una perspectiva ambiental por la carencia de modelos epidemiológicos en los sistemas de salud locales. Junto a estos tremendos retos ambientales están las no menos importantes contaminaciones de suelos por metales pesados y pesticidas y muy probablemente de alimentos y piensos para el ganado.
Frente a estos graves problemas ambientales se presentan alternativas siempre ignoradas que podrían mejorar la calidad de vida de los laguneros: me refiero a la creación de infraestructura verde y de infraestructura azul que tendría un efecto multifactorial sobre los problemas ambientales, ya que además de amortiguar los contaminantes, tendrían un efecto de enfriamiento en las temporadas de olas de calor y se elevaría la eficiencia en el uso del agua.
Pero esto no es lo único, los efectos favorables se pueden multiplicar si empezáramos a recuperar la hidrología natural de nuestros Ríos en particular el Río Nazas. Que vuelva a vivir el Nazas.
¿Pero quién intentará ordenar el caos ambiental que nos afecta a todos? ¿Serán los gobiernos en sus tres niveles? Yo pienso que no, aunque no excluye su responsabilidad. En mi opinión, serán los movimientos ciudadanos los que tendrán mayor influencia. Quienes contaminan y expolian el medio ambiente, quieren que creamos que no hay esperanza, que no tenemos poder, que no hay razón para actuar, que no puedes ganar. Pero se equivocan, la esperanza no significa negar lo que nos aqueja, más bien es un regalo que nos invita a no rendirnos, un poder que no podemos desperdiciar.
La participación ciudadana no sigue una narrativa optimista de que todo va mejorando, la acción colectiva redunda en la construcción de poder colectivo y en lograr transformaciones colectivas. Para llegar a esto según algunos autores de las ciencias sociales, se estima que con la participación de un 3.5% de la población es suficiente para lograr los cambios esperados.
(Se consultó un ensayo de Rebeca Solnit y uno más de Erica CHenweth).