México tiene motivos suficientes para sentirse orgulloso. No solo de su historia, su cultura, su música y sus paisajes. También de sus poetas, sus compositores (Agustín Lara, José Alfredo Jiménez) y sus medallistas olímpicos. Pero de manera especial, de sus tenores (Javier Camarena, Ramón Vargas, Fernando de la Mora). A quien más admiro de este grupo selecto, sin demérito de los demás, es a Rolando Villazón (52). Su descubrimiento ocurrió, como el de otros artistas, de manera fortuita. Mientras tomaba una ducha en su departamento de Ciudad de México, el barítono Arturo Nieto Olmedo, amigo de un vecino, escuchó su canto y lo invitó a perfeccionarlo en su academia de música. El flechazo de la ópera fue directo al corazón.
Después de estudios arduos y de participar en concursos nacionales, Villazón se lanzó a los grandes escenarios del mundo. Sus dúos con la soprano ruso-austriaca Anna Netrebko han sido elogiados por la crítica y comparados con el de Luciano Pavarotti y Joan Sutherland, una de sus maestras de canto en los Estados Unidos. Villazón tiene una discografía vastísima. Ha ganado múltiples premios, participado en festivales europeos y alternado con los mejores. El gobierno de Francia, bajo la presidencia de Nicolas Sarkozy, lo condecoró en 2008 con la Orden de las Artes y las Letras, en grado de caballero, por ser «uno de los máximos intérpretes líricos del siglo XXI». Los escritores mexicanos Jorge Volpi (2009) y Rubén Marshall (2011) recibieron la misma insignia; y antes que ellos, la actriz María Félix (1996), en la categoría de comendador.
La Orden, la concede el Ministerio de Cultura desde 1957 a «las personas que se han distinguido por sus creaciones en el dominio artístico o literario o por la contribución que han aportado al esplendor de las artes y las letras en Francia y en el mundo». Argentina es el país con más medallones. Entre 1962 y 1967 la divisa la obtuvieron Jorge Luis Borges, Victoria Ocampo, Alberto Ginastera, Ernesto Sabato y Julio Le Parc.
Mi afición por la música clásica y la ópera se la debo al sacerdote Leonardo Paskus. El compositor favorito de este santo descendiente de lituanos, nacido en Hartford, Connecticut, era Giacomo Puccini. O mio bambbino caro, O soave fanciulla y Quando men vo, arias del autor italiano, fueron interpretadas en el concierto del 7 de julio de 2006 en el Teatro del Bosque de Berlín, celebrado con motivo del campeonato mundial de futbol. Los más 20 mil asistentes ovacionaron de pie a Plácido Domingo, Anna Netrebko y Rolando Villazón en una de las mejores veladas. La dirección de la Orquesta de la Ópera de Berlín estuvo a cargo del italiano Marco Armiliato. Villazón dio el toque mexicano con «Júrame», de María Grever, cuyas canciones grabaron Enrico Caruso, Aretha Franklin, José Carreras, Amy Winehouse y Andrea Bocelli, entre muchos otros de su talla.
Villazón es un consagrado, por su voz, su talento y su humildad. Recibirlo en Torreón, el 18 de septiembre, es un privilegio del cual no me privaré. La víspera presentará su novela Amadeus en bicicleta, en El Siglo de Torreón. La gala operística será en el escenario más ad hoc, el Teatro Isauro Martínez, con la Camerata de Coahuila bajo la batuta de Ramón Sade. Villazón será acompañado por las tapatías Anabel Mora (soprano) e Itzeli del Rosario (mezzosoprano). La gira del tenor de nacionalidad mexicana y francesa continuará en Guadalajara, el 21 de septiembre, en la sala Plácido Domingo del Conjunto Santander de Artes Escénicas. Culminará el 24 en el auditorio Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario.