Una frase dice: "Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer se sacrificaría y arriesgaría en su búsqueda".
Una mujer la leyó, reflexionó y colocó una coma después de la palabra mujer.
Poco después, un hombre leyó y colocó la coma después de la palabra tiene.
La coma es algo pequeño, apenas una mancha de tinta, pero sin ella, esta frase puede ser ambigua o cambiar el sentido completamente.
La ambigüedad es indefinición, oscilación, inconsistencia, contradicción, ambivalencia.
Es la coexistencia de comportamientos que no se excluyen entre sí, que pueden admitir distintas interpretaciones y dan, por consiguiente, motivo a incertidumbre y confusión.
Todos vivimos situaciones o incluso períodos signados por la ambigüedad. Desestabilizan. Es como atravesar un banco de niebla, no se ve claramente, se intuye el camino y el riesgo acecha. En ese tránsito las cosas no están claras, pueden ser de una manera, aunque también de otra. La ambigüedad se produce cuando todas las interpretaciones tienen sentido.
Sucede con el lenguaje, también con las imágenes que vemos, esto está vinculado con la percepción. Podemos mirar algo y eso crea en nuestro cerebro más de una lectura. Entonces las posibilidades de interpretación son diversas.
Somos receptores de una enorme ambigüedad visual que tiene el propósito de manipular deliberadamente. Allí se descontextualiza la geometría y se eliminan puntos de referencia para crear ambigüedad visual, lo que deriva en una ilusión óptica.
En la ambigüedad se existe, pero no se es.
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