No quiero ser pesimista ni portadora de malas noticias ni nada por el estilo, pero hoy te vengo a hablar de algo que pasa, y pasa muy seguido, y es que las cosas no siempre salen como esperamos, es más, la mayoría de las veces sucede que las cosas necesitan más de una adecuación para que el resultado final se acerque tantito a lo que realmente esperabas. De hecho, muchas veces no salen ni siquiera aparentemente bien.
Y no vengo a hablarte de un tema personal, sino todo lo contrario, esto es algo de lo que nos deberían hablar durante un semestre completo de la carrera, es más deberían dedicarle una materia completa porque es necesario que nos sacudan y nos hablen de lo que quizás no nos guste escuchar, pero que alguien nos tiene que decir por nuestro bien. Así que amiga, entiéndelo, la mayoría de las veces, en a la vida, ¡No es lo que tú digas y punto!
En lo personal, siempre he sido una persona impaciente, obstinada, que quiere las cosas "ya y a mi manera", y no digo que haya cambiado del todo este hecho, pero a través de los años, Dios se ha encargado de enseñarme sobre este tema, haciéndome ver que basta con que yo diga que algo me va a salir de tal manera para que el resultado sea, por decir lo menos, lo más alejado de lo que yo hubiera pensado.
Y es que no se trata de obtener lo que deseamos y cuando lo deseamos, así no funcionan las cosas. Por ejemplo: Los judíos después de salir de Egipto querían llegar a la tierra prometida en un abrir y cerrar de ojos, pero la cosa no era así de simple. Y es por esa razón que un viaje de 11 días hacia la tierra prometida se extendiera por unos 40 años, y no fue así porque Dios fuese malo con ellos, sino todo lo contrario, Él lo hizo para su protección y para su formación. El pueblo de Israel tenía que aprender a confiar en Dios y a amarlo con todo su corazón. Su temporada en el desierto los preparó para lo que venía, gracias a ese tiempo en el desierto el pueblo de Israel pudo ver los milagros de Dios, sentir Su presencia de una manera mucho más intensa, aprender a obedecer a Dios y a adorarlo con todo el corazón. Sin esa preparación, no hubiesen sido capaces de derribar todas las barreras y acabar con todas las dificultades que se les han presentado en el camino a lo largo de la historia.
No quiero comparar tu vida con pasar 40 años en el desierto, pero tal vez estés pasando en este momento por un desierto en tu vida, quizás sientas que nada vale la pena, que no hay manera de que tu vida mejore y salgas adelante. Los planes no están saliendo como tú lo esperas, la cosa ha resultado más ruda de lo que pensabas. Tal vez quieras darte por vencida o no te queden más fuerzas para pelear… Déjame decirte que te entiendo, porque yo también he estado allí, de hecho, actualmente atravieso por un nuevo desierto en mi vida. Pero espera, lo que quiero es animarte y no al revés. Por eso es importante que consideremos que el desierto es donde necesitamos estar ahora porque nos estamos fortaleciendo para lo que nos vamos a enfrentar en un futuro, veamos cada adversidad como un aprendizaje para poder afrontar lo que viene y no como un obstáculo en nuestro camino porque hay que recordar que en esta vida cada caída nos hace pararnos más fuertes, más sabios, más inteligentes y con más experiencia para no caernos la próxima vez.
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