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Viajeros de la gloria

ALEJANDRO TOVAR

La vida es un catálogo de emociones de todo tipo y en algunos casos los hechos se presentan como si estuvieras leyendo a filósofos de la angustia, como la noche de sábado, cuando Núñez y Govea tuvieron yerros groseros que hicieron palidecer a todos, comenzando por Acevedo. Santos se mostró tibio, tímido, débil y sin reacción ante Tigres que solo hizo lo justo con Brunetta como su goleador y estandarte de futbol. Repetto se fue sin remedio y esperan ahora a Ambriz que ya debe estar preocupado por el mínimo nivel de su plantilla, que tal parece vive con sensación de pobreza. Solo se debe recordar que se fue el DT pero que el futbol solo pasa por los jugadores.

El domingo en cambio, volvió la vida. La gente decidió olvidar el horror y se propuso ser feliz. Lo consiguió porque la magia de la NFL no tiene límites y es garantía de esectáculo. Cada SB es como una página de historia e inmortalidad. Además, uno se hermana con los 61 mil espectadores del Allegiant de Las Vegas a través de la TV que no tuvieron lo que la muchachada trajo (carne adobada, aguacate, pan francés, serranos y cerbatanas). Todo bajo el embrujo de las superhéroes del emparrillado, que por momentos amenazaban con salirse del cuadro y meterse a nuestra sala.

La gente de KC sufría en la primera parte porque Mahomes parecía King Kong encadenado y Kelce hasta empujó, nervioso, al viejo coach Reid (65) hombre con bigotes de Pablo Morsa pero con cerebro de Einstein. Pero enfrente Kyle Shanahan (45) era no menos que Robert Oppenheimer y lucía con el terrible Christian Mc Caffrey (27) rubio velocista que se mueve como si patinase en el hielo. Una saeta que emula a los clásicos atletas griegos. Aquello era poco menos que vivir sin leer.

Los viejos fans de SF tienen presente aún los episodios gloriosos de Joe Montana con su socio maravilla Jerry Rice o bien recurren a las hazañas de Steve Young. Dudaban de la vida sin Garoppolo pero ahora presumen a su nuevo Superman Brock Purdy (24) que es como una figura esculpida en mármol. No gesticula, no alardea, hasta parece a veces que deambula como extra en una película de zombis. Pero cuando lanza es como Vasili Tzaisev (1915-1991) el famoso francotirador ruso al que se le atribuyen 242 nazis liquidados por su rifle mágico en Leningrado.

Pero Pat Mahomes tenía otros planes y los descorchó sobre todo en el histórico alargue. Nunca afinó su radar en su pasado glorioso, sino en el mundo que ahora mismo le tocaba vivir. Y se comunicó con la gloria para exigirle más, porque el pensamiento de los seres privilegiados por un talento especial, saben que todo llega a condicionarse por las creencias, que la esencia de la vida es la no independencia, sino implicación y compromiso, así que procedió a ser como Napoleón, que se coronó a sí mismo. O a César que se adueñó del poder en Roma por decisión muy propia.

Porque los líderes como Pat Mahomes son muy especiales. Los comunes solo vemos eso, lo simple. En la vida de este tipo de fenómenos hay que admitir que no solo se ve lo que se mira y solo se mira lo que está preparado para ver. Se adelantó como un gamo 19 yardas y luego dejó el pase ganador para Mecole Hardman. Antes quedaron los esfuerzos de Kelce, Pacheco y la patada de mula de Butker de 57 yardas y luego las guirnaldas de oliva como un moderno Ben Hur.

Quizá el final corresponda al espíritu de Sigmund Freud (1856-1939) el genial austriaco, padre del Sicoanálisis, 85 años después de su muerte, pues por ejemplar, sigue vigente su pensamiento. Y se puede aplicar para toda persona, sea cual fuere su oficio, afición y destino.

“Un día, cuando mires atrás, verás que los días más bellos fueron aquellos en que resolviste luchar”.

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