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Tiempos de reflexión, sacrificio y alegría

José Santiago Healy

Llegó la Semana Santa y con ella una época de paz, reflexión y tranquilidad por las tradiciones religiosas y también por el extenso asueto escolar y laboral.

Para la Iglesia Católica y religiones afines se trata de un tiempo de oración, sacrificio y penitencia que concluye con una gran fiesta en el Domingo de Resurrección.

El dolor y sufrimiento de la pasión de Jesucristo de nada habrían valido si no es por su acto de redimir del pecado a la humanidad y su posterior retorno triunfal a la vida y días después su majestuosa ascensión a los cielos.

Para los mexicanos es un tiempo especial que se festeja de muy distintas maneras. Recordamos en nuestra infancia la celebración del Jueves Santo con el lavado de los pies de los apóstoles y la visita de las siete casas o de los siete templos.

La primera se refiere a la muestra de humildad que dio Jesús a sus discípulos como una señal de que venimos a servir a los demás y no a servirnos de los demás.

La tradición de visitar siete iglesias sirve para meditar y reflexionar sobre los siete momentos más importantes de la Pasión de Jesús, entre ellos la oración en el Huerto de Getsemaní, la traición de Judas Iscariote, la flagelación y la crucifixión y muerte de Jesús.

En mi tierra natal Sonora no acostumbrábamos realizar este recorrido, pero sí rezar el Viernes Santo los 33 credos en memoria por los años de vida de Jesús. Cada once credos se le pide un favor para acumular tres que representan las tres caídas de Cristo durante su pasión.

Acudíamos en aquel entonces a la imponente Catedral de Hermosillo en familia, mi padre que era católico, pero no un asiduo practicante, se arrodillaba junto a mi madre para rezar de tirón los 33 credos.

Era una escena que me impactaba, yo rezaba si acaso tres o cuatro credos y luego me distraía para terminar con mis hermanos corriendo por los pasillos y brincando las bancas de la iglesia.

La celebración del Vía Crucis era por demás solemne, no se llevaba a cabo con la representación de los personajes en vivo, sin embargo la procesión de los feligreses por las catorce estaciones resultaba imponente y emotiva.

El Sábado Santo la costumbre era salir a pasear por algún paraje campestre o playa cercana y disfrutar las vacaciones en compañía de otras familias.

El domingo la Misa de Resurrección o Pascua era imperdible, las iglesias a reventar, el jolgorio del regreso a la vida de Jesús y luego a celebrar con una comida apetitosa en un restaurante o en casa de los abuelos o los tíos.

Hoy que vivimos en México tiempos complicados por la violencia, la corrupción, la disputa por el poder y las penurias económicas, bien convendría revivir estas tradiciones en familia y al mismo tiempo reflexionar sobre el papel que cada quien desempeña durante la pasión y muerte del hijo de Dios.

¿Somos igual a Judas que con enorme facilidad nos corrompemos y llegamos a traicionar no solo a nuestros seres queridos sino incluso al hombre que vino al mundo a salvar nuestra alma?

¿Acaso nos parecemos a Pedro porque con frecuencia negamos nuestros valores y damos la espalda a las personas que más les debemos como nuestros padres, amigos y mentores?

¿O por el contrario estamos listos para apoyar a los más desvalidos como Simón de Cirene, quien sin conocer a Jesús aceptó llevar su cruz durante la pasión?

Los miles y miles de candidatos que buscan un puesto público y que en las próximas semanas rondarán por el país, tendrán que preguntarse si de verdad están ahí para servir a sus electores o se dedicarán como los fariseos a ocultar la verdad y a defender sus propios intereses.

Sin olvidar que los mexicanos necesitamos una profunda reflexión para darnos cuenta que por el camino actual del odio, la soberbia y la ambición por el poder no llegaremos a ningún lado.

Las autoridades son especialmente responsables de poner el ejemplo y privilegiar el perdón, la prudencia, la justicia y la honestidad. ¿Será posible que todo esto ocurra en momentos tan cruciales?

NOTICIA FINAL…

El atentado terrorista en un concierto en Moscú que dejó 140 muertos, fue un duro golpe para Vladimir Putin, quien recién se reeligió en una votación evidentemente manipulada. El ataque del grupo ISIS demostró que los extremistas siguen activos en el mundo y que Europa y Estados Unidos no pueden bajar la guardia.

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