El mundo vive momentos de altísima incertidumbre. Por eso, el nuevo gobierno en México necesitaría trabajar con escenarios, asignar probabilidades y prepararse para todos y cada uno de ellos.
Primero, hace falta comprender mejor qué significa la noción de que algo tenga probabilidades de ocurrir. En el podcast de Michael Lewis "Against the Rules", una científica explica que se ha hecho un muy mal trabajo de pedagogía cuando se habla del tema. El canal del clima nos dice que hay 20% de probabilidades de lluvia, y nuestra lectura es "no va a llover". Lo digo porque, cuando Trump ganó en 2016, el sitio de Nate Silver le daba durante las semanas previas a la elección, un 35% de probabilidades de ganar. La lectura que de ello se hizo, no obstante, fue que Silver y todos los demás "se equivocaron" porque Hilary tenía 65%. De modo que, más allá de hacer árboles enteros con escenarios y probabilidades acerca de múltiples variables internacionales, el gobierno mexicano tiene que trabajar con el escenario Trump y también con el escenario Biden para los siguientes cuatro años.
Pensemos en las probabilidades de Trump: Más allá de las encuestas nacionales, hasta hoy, Trump tiene ventaja en la mayoría de las encuestas en los estados bisagra que definirán la elección. Además, la experiencia nos muestra que Trump ha tendido a ser subestimado en esas encuestas. Esto podría repetirse. O no. Pero como no sabemos, no jugamos con ello, y asumimos que las probabilidades de que Trump se lleve al menos cuatro de esos estados clave es alta. Esto es fortalecido por otro tipo de factores como la baja calificación que la sociedad en EU da a Biden en temas que están siendo mencionados como clave para los electores como la economía, la migración o la política exterior.
Pero nada de lo anterior implica que las posibilidades de Biden sean inexistentes. De hecho, como lo explica Nate Cohn, Biden tiene un camino claro para ganar: Michigan, Wisconsin y Pensilvania y, si lo logra, podría llevarse la elección.
Así, habrá que proyectar escenarios para el caso de que Trump gane, por ejemplo, en materia de seguridad, comercio o migración. Pensemos que ese personaje, ya en la Casa Blanca, llega como dice Bannon su exasesor "en modo de guerra total". Pensemos que declara a varios cárteles mexicanos como "terroristas", y que Washington por tanto adopta medidas extraterritoriales de combate al terrorismo como sucede en otras partes. Entonces, ¿qué tipo de preparación, política, diplomática y legal, debería tener el gobierno mexicano para una situación así? O bien, pensemos ahora escenarios en los que Trump deporta a millones de personas, como lo amenaza. ¿Qué preparaciones deberíamos tomar ante tal posibilidad? Al mismo tiempo, trazar rutas para el caso de que Biden renueve su mandato, sería igualmente importante.
Por último, con Estados Unidos se tiene que trabajar con la conciencia de las otras decenas de temas que se encuentran actualmente en su agenda y con la conciencia de que todo el tiempo buena parte del mundo demanda cosas de Washington (respaldo, recursos y atención). Teniendo todo eso en consideración, México necesitará trabajar no solo con escenarios de crisis, sino pensando en construir espacios de colaboración para impulsar metas que podamos identificar como comunes, no solo en lo bilateral. Esto es válido por si gana Biden, conociendo su estilo, sus formas y su agenda, o bien, si gana Trump, conociendo también su estilo, sus formas, y su agenda.
En suma, los escenarios en la relación bilateral y en temas globales pueden tener mayores o menores probabilidades de cumplirse, pero si se elaboran con información y cuidado, ninguno debería ser sorpresivo.
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