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Reflexiones sobre el debate dominical

FERNANDO GÓMEZ MONT

El domingo pasado se suscitó el primer debate de este proceso electoral. El formato fue abigarrado y desordenado. La polémica, materia prima del debate político, fue desplazada por una serie de diagnósticos, a veces falsos a veces sueltos, y algunas ofertas poco claras.

Un elemento esencial de toda democracia política es su carácter dialéctico. La democracia implica competencia, rivalidad, discusión. Las elecciones son un concurso entre ofertas de futuro. El oficialismo defiende el presente, debiera reconocer algunos errores y ofrecer rectificaciones. La oposición presenta un análisis crítico del régimen, poniendo énfasis en sus errores, pero también ofrece un futuro de concordia que pasa por la capacidad de gobernar para todos.

En las actuales condiciones, no se ve que la candidata oficial se esté distanciando del Presidente de la República. La sucesión por supuesto que presupone la continuidad con el pasado. Por eso se habla de una postura oficial. Pero también, se deben asomar los perfiles propios de la candidata cuando aspira a tener el mando presidencial.

Por otra parte, estoy convencido de que la candidata de la oposición desperdició una oportunidad dorada para acreditarse como la líder social que es. Xóchitl ha construido un proyecto personal más allá de la política. Nacida en la pobreza, supo generar un proyecto productivo que legítimamente le aportó prosperidad a ella y a su familia. Su patrimonio no se hizo a partir de la actividad pública. Ella llegó a la política ya haciendo algo productivo de su vida.

Los perfiles de Xóchitl permiten sostener una oferta política de desarrollo social y de modernización económica que sean congruentes. Cuando ella dice que hay que apoyar a quien menos tiene para superar las condiciones de postración que significa la pobreza, habla de su vida. Cuando ella promueve que hay que apoyar a quien produce riqueza y multiplicar oportunidades para los demás, lo hace con la mirada puesta en su biografía. Esta historia en su doble dimensión no se transparentó el domingo. Ella debe recordar que su autenticidad es su principal herramienta y que su integridad es su principal diferencia frente al oficialismo. Enfáticamente le aconsejo que ignore a los asesores que le quieren poner un disfraz, que funciona más como bozal, que como plataforma política.

El talón de Aquiles de la presente administración ha sido el ambiente de encono y polarización política generado por el discurso cotidiano del presidente López Obrador.

Los cuatro acuerdos indispensables que requieren la participación de todas las fuerzas políticas son: En primer lugar, la reconstrucción del sistema de partidos políticos para acercarlos a la ciudadanía. En segundo lugar, una reforma a la justicia para garantizar su imparcialidad y procurar su cercanía a la sociedad. En tercer lugar, la seguridad pública no admite polarizaciones partidistas, ni los militares ni las policías pueden quedar supeditadas a intereses políticos o económicos. Y, por último, urge un acuerdo nacional que libere a los pobres y a los más vulnerables del clientelismo político a partir del sostenimiento de programas sociales y aumento del empleo que garantice la movilidad social y con ello, un país de clases medias.

En este momento es importante recordar que frente a la popularidad que tenía Trump, en el 2020 perdió la elección por optar por la polarización que mejor acomodara a su narcicismo. Un político de viejo cuño y semblante sereno, habló de unidad y de la necesidad de reconstruir el consenso político y ganó. Esta es una encrucijada que se puede repetir en nuestro próximo proceso electoral.

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