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PEQUEÑAS ESPECIES

UNA VACA ALAMBRADA

Trabajaba de veterinario de gobierno en el pintoresco poblado de Súchil, Durango, colindando con el estado de Zacatecas. Me dirigía a ver un paciente por el camino principal de viejo empedrado, al pasar por la centenaria iglesia me agradaba ver aquella bella estampa de un viejo nopal con sus verdes tunas y flores multicolores en lo más alto del campanario. Me encontraba nervioso, era mi primera cirugía sin ayudantes, en un animal de más de 600 kg de peso. Mi equipo era un surtido maletín, algo maltratado por el uso en el campo, lo llevaba a consultas atendiendo toda especie animal donde requerían de mis servicios, en aventón y otras veces caminando, tenía unos meses de haber egresado de la facultad. El paciente, vaca Holstein, las llamadas pintas de negro de un pequeño establo lechero, tenía días administrándole tratamiento, no comía y su rumen (uno de sus cuatro estómagos) se encontraba paralizado, presentaba todos los signos de una "retículoperitonitis traumática" conocida también como "vaca alambrada", es común esta enfermedad en bovinos alimentados con forrajes empacados con alambre, o cuando tragan cuerpos extraños o punzocortantes. Había administrado varios tratamientos, incluso hasta imanes especiales para estos casos, su función era atraer al cuerpo metálico que ocasiona la lesión, y así evitar la perforación de órganos, como no hubo mejoría, me decidí por abrir ese gran estómago con capacidad de 40 kg de alimento y extraer el cuerpo extraño. Mientras me dirigía al pequeño establo repasaba la dosis de anestesia, el calibre de los hilos que utilizaría para suturar estómago, músculos y piel, mi preocupación principal era no encontrar el cuerpo extraño, ¿Cómo justificaría esa enorme herida que le iba a causar a mi paciente? y lo peor aún, el riesgo de una infección, debido a lo alejado del lugar no tenía acceso a un laboratorio de análisis clínicos para comprobar mi diagnóstico. Al llegar a la casa del dueño del establo, me recibió con una enorme sonrisa, doctor, me dijo; la vaca amaneció comiendo con un apetito tremendo, tal vez no necesite la operación. El más contento fui yo, solo que no quise demostrarlo, no supe si en realidad fue el tratamiento, el imán, o una mentira piadosa para no operar a su querida vaca. Pero la realidad es que mi paciente mejoró por completo.

Con el tiempo y más experiencia, ya no tenía aquellas dudas a las grandes cirugías, aún les tengo respeto por muy sencilla que ésta sea. Recuerdo que en una ocasión también se presentó un caso clínico de "la vaca alambrada", en Mapimí, Durango, el propietario era de condición humilde, eran mis primeras visitas a la comunidad, los dueños de los animales aún no me tenía mucha confianza, y menos al no ver mejoría con mis tratamientos en esa vaca, y la programé para operarla, para ese entonces ya contaba con mi primer camioneta, una Ford verde bandera de neumáticos anchos, les daba más confianza, sobre todo a los ganaderos que los visitara en mi vehículo que caminando. Invité a dos colegas de ayudantes, y con el mismo maletín, me dispuse a realizar la cirugía a un lado del corral donde se encontraban las cinco vacas que formaban el patrimonio de la familia. Hacía bastante calor, los rayos del sol caían intensamente, improvisaron una pequeña sombra a la entrada de la pequeña morada. Después de la asepsia, apliqué el anestésico epidural, después de realizar la incisión introduje la mano al interior del rúmen, y me vino a la mente la pregunta que todo veterinario se hace al realizar esta cirugía; ¿y si no hay cuerpo extraño?, perdería toda credibilidad como veterinario al no encontrar algo que justifique la operación. Al llegar a esos poblados las calles se encuentran vacías, parecen deshabitados, pero al momento de la cirugía por arte de magia aparecían los espectadores, que no solo observan, sino también opinan y no falta quien hace comparaciones de veterinarios. Después de unos minutos de estar buscando entre más de veinte kilogramos de alimento en proceso de digestión, encontró algo mi mano dentro del enorme rumen, esboce una sonrisa interna y agradecí no haberme equivocado. Al momento que sacaba el cuerpo extraño me sentí como un mago, mientras todos los espectadores se encontraban boquiabiertos, solo hacía falta el aplauso para culminar mi participación. Recuerdo que del estómago de aquel rumiante al sacar cada objeto lo mostraba a la concurrencia; Un deformado y enorme sombrero, dos metros de un lazo grueso, y una enorme suela de llanta de un huarache con grapas. Al terminar el último punto de sutura, los dueños de la vaca se encontraban contentos, los espectadores felices, mis colegas alegres, un servidor satisfecho, y hasta mi paciente sonreía.

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