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Otra vez, el linchamiento

CARLOS CASTAÑÓN CUADROS

Tenemos muchas leyes, pero poca justicia. Abundan las instituciones judiciales, no obstante, a lo largo de las últimas décadas, su presencia no se traduce en causa justa. Es una verdad de Perogrullo, que el gran ausente del Estado mexicano radica en la justicia y su terrible consecuencia: la impunidad. Sin la primera, la segunda toma su lugar. Son muchos los ejemplos en la vida cotidiana. No es necesario citar indicadores, cuando el cotidiano lo refleja. Continuamente se repiten las transgresiones. Unas sin llamar la atención, y otras, su dramatismo es tal, que sacuden, gritando con desesperación, "aquí estamos", pero al igual que Godot, la justicia no llega. Esa desesperación se manifiesta popularmente, de abajo hacia arriba, en los linchamientos. El más reciente linchamiento sucedió en Taxco. La historia es horrorosa, una niña que va jugar a la casa de una amiga y termina asesinada. No tiene sentido narrar la atrocidad, ni la quiebra humana ante el acto criminal. Las primeras indagatorias permitieron situar el cadáver y apuntar hacia los cómplices, pero la fiscalía no llegó, lo cual dio pie a la justicia por propia mano: ¡Mátala! ¡Mátala! Gritó la multitud enardecida.

La muchedumbre violenta nos conmueve y nos confronta. Esa multitud tomó la justicia en sus propias manos y la ejerció de manera descarnada ante los demás. Públicamente, ante las cámaras de los teléfonos. No se oculta, porque su anonimato es la masa. El linchamiento no espera procedimientos, investigaciones, mandatos judiciales, porque nunca llegan, o cuando lo hacen, ya es tarde; al fin, el daño está hecho. Desde la ausencia, siempre está latente tomar la justicia directamente, sin juicio, si más pruebas, que los señalamientos públicos. El riesgo es alto, pero la indignación, es más. Ante la multitud, no hay razones, sino reacciones. El gran Lope de Vega lo plasmó en Fuente Ovejuna como forma social que se repite. Por lo tanto, la ley sin justicia carece de legitimidad. De manera lapidaria, un linchamiento muestra esa ausencia. Al mismo tiempo, se nos dice que ese poder independiente y autónomo no se toca. ¿Será porque su principal función es servir a los poderosos?

En las antípodas, esa misma semana del linchamiento en Taxco, el magnate de los medios, se burla públicamente de las autoridades. Reta, insulta, echa sus abogados por delante y se vuelve a burlar desde las redes sociales. Es cínico, se sabe impune y actúa en consecuencia. Durante años se arregló directamente con los presidentes, ministros y jueces. Se "ahorró" millones de pesos, pero ahí quedaron ciertos registros fiscales que volvió a litigar, para no pagar. El modus operandi del magnate, es servirse de la justicia a billetazos. El gobierno habla de una deuda fiscal que ronda los 63 mil millones de pesos. Su malestar es por no lograr el acuerdo que en el pasado le respetaron puntualmente, entre otras cosas, a cambio de no echar a los medios por delante. Un quid pro quo. Hoy, sin acuerdo, utiliza las concesiones públicas de televisión, para atacar sistemáticamente a quienes ya no cumplen el pacto. De esa manera, todos los días se arremete por consigna del Jefe. Irónicamente sus tiendas, ofrecen pequeños pagos semanales con créditos abusivos, donde el consumidor termina pagando al final más por la compra. Eso sí, donde alguno se retrase con los pagos, los intereses se suman a la deuda, y también pueden ser perseguidos y litigados hasta pagar.

Entre tanto, la inequidad es mayúscula y es parte del entramado institucional. De acuerdo con el más reciente informe de Oxfan (2024), nuestro país es "el monopolio de la desigualdad". Por ejemplo, un contribuyente común y corriente que se retrase en los pagos de impuestos, inmediatamente recibe la notificación y la multa. La autoridad lo tiene en la mira, y hasta tiene su iris, en caso de no declarar. No obstante, los contribuyentes no son iguales ante la ley, porque unos son más iguales que otros. En ese sentido, el magnate de la televisora, es un "ejemplo a seguir". La ley no le aplica, sencillamente porque la puede pagar. Sin molestias, va por el camino de los privilegios.

Pensemos en un caso extremo. Si alguno roba pan y leche, es detenido y hasta en la cárcel termina. Las prisiones están llenas de pobres. Sin dinero para pagar abogados y comprar la justicia, ahí se quedan tras las rejas. Mientras el magnate, tranquilo, se carcajea ante los miles de millones que adeuda por impuestos.

Nos vemos en @uncuadros

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