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Oralia Esparza

Oralia Esparza, ocho décadas de pasión cultural

(FOTO: SAÚL RODRÍGUEZ)

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SAÚL RODRÍGUEZ.-

Ha cumplido ocho décadas de vida, la mitad de ellas dedicadas a la cultura a través de la enseñanza y difusión de la lectura. Se ha dejado las canas, su cuerpo registra los años, pero su espíritu irradia juventud. La maestra Oralia Esparza, importante figura de la cultura en la región, vuelve a abrir las puertas de su hogar a esta casa editora.

Ofrece un café negro en la gélida mañana de enero, también galletas envueltas en celofán para acompañar la plática. Un nacimiento se observa a un costado del comedor. Un árbol navideño gobierna en la estancia con luces que encienden y apagan. Sobre la mesa de centro descansa un reconocimiento a la maestra por su labor cultural. Al fondo se escucha la televisión, una banda sonora, se transmite la conferencia matutina del presidente.

La maestra habla de la educación, de la complejidad que envuelve a las nuevas generaciones. De repente su memoria se abre y comienza a narrar una anécdota junto a sus alumnos del Instituto Tecnológico de La Laguna. Eran los años ochenta y se hizo cargo del grupo de teatro. Le tocó sortear los obstáculos que implica difundir el arte en una institución educativa cerrada a la industria. Gracias a una obra de Bertolt Brecht, se llevó a su grupo a Ciudad de México y de ahí al Festival Internacional Cervantino.

“Todavía me encuentro a mis alumnos en el cine y hasta me da risa, porque yo ya me descaré las canas. Veo a mis alumnos ya también con canitas y uno le dice a su hijo: ‘¡Mira! Ella es mi mejor maestra’, que no sé qué”.

No niega su soledad, tampoco sus achaques ni las prótesis en ambas rodillas. Acepta que a su edad ya no rinde como antes, pero los encuentros con sus exalumnos la alimentan, la hacen vivir. Por eso agradece esos detalles.

Es sampetrina, “hija del Reparto Agrario”. Nació el 9 de enero de 1944 en la primera clínica ejidal que el expresidente Lázaro Cárdenas mandó a construir en San Pedro de las Colonias. Luego se trasladó al ejido San Francisco, a localidad ubicada a un costado de la autopista. Su tía Elisa, la maestra del pueblo, asistía a las brigadas de José Vasconcelos. Gracias a ella se invadió de libros: ‘La Iliada’, ‘La Odisea’ y otros más no entendía.

En 1982, ingresó al Tecnológico de La Laguna para dar clases de español. Durante diez años impartió un diplomado sobre feminismo en la Universidad Iberoamericana Laguna. En 1998, publicó el libro ‘La cultura en Torreón: Retrospectiva y perspectivas analíticas’. En 2021, la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC) reconoció su trayectoria cultural junto a la fallecida maestra Magda Briones.

LECTURAS

La maestra Oralia Esparza aún no ha concluido su libro titulado ‘Desde las aulas’, un compendio de ensayos sobre sus experiencias como docente. La producción del mismo ha tenido contratiempos, es algo que lamenta.

Pero eso no detiene su ímpetu lector. Ahora mismo se ha sumergido en las letras de la escritora española Irene Vallejo y la obra titulada ‘El infinito en un junco’, el cual narra la historia de los libros desde los tiempos más antiguos.

“Estoy ahorita enloquecida con Irene Vallejo. Es la historia del libro desde sus orígenes, de cómo se sufrió cuando las tabletas de arcilla se rompían, de la época de Alejandro Magno que quería todo el saber para Alejandría y cómo empezaron a experimentar con el pergamino […] Pero te lo hace tan ameno, porque la estructura del libro está enfocada en el pasado y la recuperación, pero al mismo tiempo te da ejemplos”.

No le gusta leer en digital, prefiere el formato físico, palpar las hojas, la empastadura. Rehúye del brillo de pantallas en teléfonos celulares y tabletas, porque cansan mucho su vista. Es como si fuese una batalla, por eso habla de las guerras y cómo en cada conflicto bélico se quemaban las bibliotecas con el conocimiento almacenado por las naciones vencidas.

“Seguimos siendo salvajes. Lo que cada cultura tiene como sagrado es lo primero que se ataca en las guerras. Somos unos desalmados, salvajes […] vivimos en una contradicción temeraria”.

Pero, ¿uno mismo es un libro? La maestra no duda en asentir: “Sí, somos un universo, nada más que no tenemos tiempo de vaciar nuestra memoria en alguna forma. Tenemos toda la capacidad interna, humanizada, pero el reto de lo social y de las mismas circunstancias nos debilitan”.

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