Hace tiempo, mi amigo Goyito, en uno de sus prologados monólogos, cuando gusta de introducir términos que requieren del diccionario para su cabal comprensión, me recordó la palabra "amoral": la ausencia de "moral".
Moral, define a aquellos que viven conforme a las normas del bien y mal desde el punto de vista social y aplicándose a cumplirlas en propia persona. Mejor aquel que educa en tales principios.
La palabra "inmoral" es, según el diccionario: "adjetivo. Dicho de una persona desprovista de sentido moral".
Recordemos que el término "moralidad" lo aplicamos al calificar el desempeño de las personas -desde el punto de vista social- en sus actividades, evaluándolas como buenas o malas en función de su participación comunitaria y, sobre todo, sus efectos para el bien común.
En contraparte, se reconoce la inmoralidad como la violación de las leyes, normas o estándares morales. Se refiere al individuo que hace o piensa algo que comprende, cabalmente, que está mal.
La inmoralidad, la viven personas que son conscientes de sus acciones; en un sentido amplio incluye a grupos o corporaciones.
Los amorales se guían por "el campo de la gana" sin sentimientos culposos; son personajes que, aunque los repudiemos, saben que difícilmente vamos a poder actuar contra ellos, porque son poderosos política y/o económicamente y están identificados o coludidos con otros iguales que les apoyan burlar principios morales; ellos no tienen empacho de violar la ley robando, usurpando, violando derechos de terceras personas, hasta matando a aquellos que entorpecen sus planes.
El inmoral tiene plena consciencia de oponerse a la moral o a las buenas costumbres; el amoral no tiene percepción entre lo bueno y/o malo de sus acciones, por tanto, las comete sin desarrollar sentimientos de culpa, desestimando las consecuencias que se puedan presentar en otros y/o la sociedad, inclusive por encima de familiares y cercanos.
En otra acepción, la palabra se aplica en la ciencia, diciendo que "no tiene moral", sometiéndola a la sujeción de la demostración de alguna hipótesis propuesta a través del método científico. En el caso, la moralidad no cabe, ya que limitaría la exactitud y veracidad del resultado de la investigación y demostración.
La reflexión, en el prolongado monólogo de mi amigo, al que me atrevía, muy ocasionalmente interrumpir, nos llevó a considerar las acciones amorales de esas personas que van contra el bien común; son individuos que en su obcecado egoísmo buscan su beneficio sin considerar el daño que pueden sufrir terceras personas y/o la sociedad misma en que se desenvuelven.
Concluíamos que ése es el mayor problema de México: estamos infestados por personas amorales.
Desde luego que sobresalen los politiqueros, que han desplazado a los verdaderos políticos -quedan pocos- para ocupar puestos de poder y ejercerlos según intereses y conveniencias de los grupos y/o sus propias personas.
Aunque algunos pudieran ser incluidos en el campo de los inmorales, muchos son verdaderos amorales que no padecen sentimientos culposos. Recuerda aquello de "el político pobre… es un pobre político", ejemplo del cómo importa generar dinero para comprar poder y luego ejercerlo en un círculo vicioso, socialmente negativo.
Existen otros que se esconden en los entresijos de la vida pública, caso de empresarios -comerciantes e industriales- que abusan de su poder en los negocios para enriquecerse inmoralmente, algunos también amoralmente. Aprueban frases como: "negocios son negocios" o la justificación de "nadie está enojado con su dinero".
Tampoco olvidemos a los trabajadores públicos en labores de servicio a la comunidad: son amorales e inmorales que aprovechan el puesto para enriquecerse, aun dañando al patrimonio de la sociedad. "¡No quiero que me den… nomás pónganme donde hay!".
Una subdivisión es para aquellos que, teniendo subordinados, los someten a cuotas obligatorias - "coperachas o tequilius"- que además fluyen hacia arriba, cuyos jefes cumplen con aquello de "¡deja que chorríe pábajo!". Tenemos ejemplos de dominio público, baste recordar a las policías preventivas.
Desafortunadamente, las cadenas de inmoralidad/ amoralidad están muy arraigadas en nuestra idiosincrasia y para combatirlas requerimos de la aparición de líderes verdaderos.
El mayor efecto nocivo lo podemos observar en la corrupción que está presente en la inmensa mayoría de nosotros; o… ¿Usted no ha ofrecido una "mordida?"; ¿acaso ha utilizado alguna recomendación para obtener algo que no le corresponde? No por nada desvirtuamos el lema de la campaña de aquel electo presidente Miguel de la Madrid, que de "la solución somos todos", la modificamos a "la corrupción somos todos".
Temo escribir que son muchos los que cabemos en las definiciones de inmoralidad y/o amoralidad, quienes hemos sido cómplices del estancamiento nacional.
Solo podremos combatir ese grave problema nacional cuando tomemos consciencia de nuestra responsabilidad y empecemos trabajando en nosotros mismos, luego orientando a nuestros menores y animando a nuestros cercanos a "predicar con el ejemplo".
Usted ¿qué opina?