Estas macetas de geranios adornan la entrada de mi casa.
Cuando llego me reciben con la memoria de mi abuela Liberata, la madre de mi madre, que en su patio tenía tiestos de esa aromosa flor.
Otra evocación me regala el perfume del geranio. Los libros de la Ilustración, sobre todo los de Rousseau y Voltaire, prohibidos por la Inquisición en el reino de la Nueva España, daban a quienes ocultamente los leían olor a especias orientales. Y es que venían ocultos en los barriles de canela, de clavo, de pimienta, traídos por las naves venidas de ultramar
Humilde flor es el geranio. Carece del prestigio de la rosa y de la fama del clavel. Su nombre no aparece en poemas o canciones. Ningún amante daría a su enamorada un ramo de geranios. Pero a mí me dice cosas que no saben otras flores. Cuando nadie está cerca voy a los geranios y les digo: "Gracias". Entonces me parece que su aroma se hace más intenso para perfumarme el ser.