En la cocina de la casa del Potrero la sobremesa se ha alargado al terminar la cena. La buena compañía y las copitas del buen mezcal serrano hacen que se anime la conversación.
Don Abundio relata un sucedido de doña Rosa, su mujer.
-Le robaron un marranito, y supo que la ladrona era la comadre Micaela. No dijo nada. Pasó el tiempo, y entonces sí denunció el robo. Le preguntó el juez del rancho:
-¿Cuándo te robaron el puerquito?
-Hace un año.
-¿Y hasta ahora vienes a presentar la denuncia?
-Es que estaba esperando a que la comadre me lo engordara.
Todos reímos, menos doña Rosa, que se enfurruña. Dice:
-Viejo hablador.
Con índice y pulgar don Abundio figura el signo de la cruz; se lo lleva a los labios y jura:
-Por ésta.